08 febrero 2009

Cuadernos de todo y nada

"Todo se ha escrito, todo se ha dicho, todo se ha hecho, oyó Dios que le decían y aun no había creado el mundo, todavía no había nada.
También eso ya me lo han dicho, repuso quizá desde la vieja hendida Nada. Y comenzó. Una frase de música del pueblo me cantó una rumana y luego la he hallado diez veces en distintas obras y autores de los últimos cuatrocientos años. Es indudable que las cosas no comienzan cuando se las inventa. O el mundo fue inventado antiguo. "


"Puedo asegurar que estoy tan triste mientras escribo encerrado en habitación inadornada, sin nada que llame o acompañe, en esta pieza que nada me dice, solitario a estas horas del anteamanecer en que todo habla de extenuación, de la vida en muerte, del deseo cansado de no volver a la vida, de haber concluido, que siento miedo de saber que tengo un nombre, que soy humano y existo. ¡Qué soledad terrible! ¿Qué estas, Vida, tejiendo conmigo que tanto seguí y te comprendo? Y tú, dulce criatura, pecho de todo amor, dolorida juventud, flor sin sol, niña que ya dejó sin sueños la vida, incomprendida por los malos, inadvertida por los buenos atareados, ¡qué soledad valerosa la tuya, Adriana, que no tienes siquiera la pluma para envanecerte de quejas como yo en mis cobardías! ¡Adónde voy cayendo! Mis páginas serán siempre veraces. No habrá una de ellas sin el nombre de Adriana, que es mi verdad, sin mi sufrir, que no puedo vencer, sin las fábulas forzadas con que procuro defenderme, hacerme querer de la Vida optimista. En esta desierta hora y abandono, tan débil, tan vencido soy que estoy escondiéndome de todo, porque cualquier cosa que me tocara, una mariposa que volara, un papel que cayera al suelo me derrotaría; si sólo viera escrito mi nombre en algún sobre... ¡Si es sólo el temor de caer más, solo aquí, que me contiene! ¿Hubiera imaginado yo ir cayendo así desde hace tres años, a esta tenuidad, a esta nada de cosa humana tan exangüe que el saber que tengo un nombre entre los sueños y los vivires es un miedo para mí...? (...)
__**__
Al leer ese texto se me dispararon una infinidad de sentimientos y se me despertaron un montón de pájaros en la memoria, solamente conocidos por el Walter y yo, y eso nos hace cómplices y responsables (entre otra cosas) de La Sopapillla. Me dije: ¿podré compartir sin mancillar ese recuerdo, y sin develar demasiado el misterio para que siga siendo tal? Después de todo ¿qué son los recuerdos?¿Son nuestros verdaderamente? ¿Los recordamos tal y como fueron? ¿O los adornamos, acomodamos, poniéndoles y sacándoles cosas para poder recrearlos como nos hubiese gustado que fueran? Entonces recurrí a esa –cuándo no –Biblia contemporánea llamada Joan Manuel Serrat. Encontré esto:

Sigo leyendo a Macedonio en la página mencionada, y llego a esto:
Desde el silencio a que retorno, desde las sombras de las cuales no salí nunca para ti, yo que no habité, no habitaré nunca tu camino, que no conoceré nunca el son de tu voz, tus risas, ni miraré tus lágrimas, que no seré nunca una imagen en tu retina ni un pensamiento en tu alma, pero que te he conocido en un instante tan plenamente como si fueras una obra de mi deseo, yo que no creo en la muerte de los que aman, ni en la vida de los que no aman, te digo lo que no me oirás nunca, y que ya sabes: que es imposible que no seas feliz. Y, sin embargo, nos encontraremos; no aquí en la fantasmagoría terrena, sino en la eternidad del yo indestructible, continuo y consciente de su eterna continuidad pasada y a transcurrir. ¡Nos hemos conocido y amado, cuántas veces! "
Nuevamente Serrat para dar sólo una pista en lo referente a la razón de estas líneas y a uno de los fundamentos de esta hermandad que supera largamente ya las tres décadas.



Gracias: sigamos con el disparador de este aporte, Macedonio Fernández, que fue un humorista sutil que comenzó a replantearse cuestiones cruciales sobre la naturaleza del lenguaje, la escritura, el conocimiento, la representación. Planteó de modo anticipatorio la cuestión de los géneros y los conceptos de obra abierta e intertextualidad. Propuso la construcción de un universo novelístico complejo aunque terminó legando una deliberada e insólita operación de escamoteo de esa posibilidad.
La constante interpelación de los textos de Macedonio provoca la existencia de un lector activo y liberado de las tensiones culturales del autor y del narrador omnisciente. Intentó con el Museo de la novela de la Eterna construir una obra en la que “el lector será por fin leído”.
Y todo por que me asaltó de pronto la inquietud de saber quien había muerto o nacido un 10 de febrero, fecha en que publico este aporte, y descubrí que era nada menos este escritor que falleció el 10 de febrero de 1952 y que se constituyó como un referente del modernismo y de la vanguardia en su época.


no me lleves a sombras de la muerte
adonde se hará sombra mi vida,
donde sólo se vive el haber sido.
no quiero el vivir del recuerdo.
dame otros días como éstos de la vida.
oh no tan pronto hagas
de mí un ausente
y el ausente de mí.
¡que no te lleves mi hoy!
quisiera estarme todavía en mí.

hay un morir si de unos ojos
se voltea la mirada de amor
y queda sólo el mirar del vivir.
es el mirar de sombras de la muerte.
no es muerte la libadora de mejillas,
esto es muerte. olvido en ojos mirantes.

Hay Un Morir (Macedonio Fernández)

No hay comentarios: