06 mayo 2010

LA CULPA LA TIENE EL PERONISMO


Unos días antes del aniversario del nacimiento de Evita, mi amigazo, y compañero Pablo Simón, (peronista hasta el tútano -que horror...!!!-) me envió este maravilloso texto que, si no lo comparto me voy a sentir muy mal. Gracias chico Pablo... sigue así.


Calzaba alpargatas al llegar a la Capital y en su mano apretaba un monedero de hule. Su cara estaba lavada con jabón amarillo y las crenchas peinadas hacia abajo, marcando el pómulo reminiscente. Enseguida se conchababa “con cama adentro”. Y la patrona dominaba su vida por completo. Fregaba, cocinaba, lavaba los platos, cosía, lavaba y planchaba, colocaba y descolocaba las cortinas, limpiaba los caireles uno a uno, mientras el hijo varón de la patrona la miraba golosamente desde abajo. Si no le hacían un hijo (que, en ese caso, era enviado enseguida a su pueblo para que lo criara la madre) al llegar el domingo, después del medio día, la patrona -ese gran ojo que la miraba sin cesar- le decía: ‘Andate a dar una vuelta y volvé antes de las ocho para hacer la cena’.

Tomaba el tranvía y llegaba a Plaza Italia, frente a los leones y bajo el sol. Allí apretaba la mano áspera de un conscripto de los cuarteles, sentada en un banco. Ambos soñaban con la provincia, las cabras, el cielo, los amigos y la música lejana. Pero llegó la guerra y con ella el desarrollo de la industria. Las fábricas se erigían por todas partes. Nuevas industrias reclamaban mano de obra, en particular mujeres. Ella oyó hablar vagamente del tema. Finalmente, una compañera de plaza la invitó a entrar a una fábrica. Así la sirvienta se transformó en obrera. Cambió servidumbre personal por la explotación impersonal del capitalista. Esto se dice fácil, pero era menester vivirlo.

¡Y los marxistas! ¡Qué decepción! Pues resultaba que pasar de la servidumbre y humillación personal a la ‘explotación capitalista’, constituía para ella un salto a la libertad. Era una doble emancipación. La primera, era sacarse de encima a la patroncita, -oligarca, mujer de médico, esposa de un bancario o empleado público, cónyuge de un comerciante, si la sirvienta era lo más barato que había en la Argentina-. Y en segundo lugar, ganar más dinero con menos tiempo de trabajo. De este modo, ella vendía 8 horas a la fábrica.

Después era completamente libre para apoderarse de aquella hermosa ciudad hostil.

La primera quincena envió un giro a su madre. La segunda, adquirió un par de zapatos con tacos y su cuerpo cambió. A la siguiente, compró en las cadenas de tiendas Etam un delicado vestido arrancado de un modelo de ‘Vogue’, con tela de imitación francesa, fabricado por la nueva burguesía judía de Villa Lynch, que dejaba de ser importadora para transformarse en productora. Una maravillosa, indescriptible transformación se operaba en la ex sirvienta. Con dos o tres quincenas más se compró una cartera, artilugios de maquillaje, alguna biyutería. Entonces asestó un toque final a la transformación milagrosa. En todos los barrios habían aparecido ’salones de belleza’. Nuevas `cosmetólogas’ brotadas de la nada la atendieron durante unas horas, le dieron consejos y la lanzaron a la calle transformada en platinada. Aquella muchacha aindiada era hermosa, tenía rulos, tacos altos (había cambiado de estatura) y nadie hubiera imaginado jamás que al pasear por Santa Fe, Callao o Corrientes, la ex sirvienta era menos bella que las chicas de la clase media o la oligarquía. Al mismo tiempo, entraba en crisis la oferta del servicio doméstico. Aparecía el Estatuto del servicio Doméstico con derechos a la siesta.

¡Cuántos izquierdistas aprendieron a odiar al peronismo en la mesa familiar de boca de su madre, antes de buscar en venerables textos las razones para rechazarlo en nombre de la Ciencia! Cuando ellas, las mujeres excluidas del interior llegaron a Buenos Aires, no sólo desempeñarían un papel político y social decisivo en la historia argentina, sino que los sociólogos hubieran podido decir, sin incurrir en error, que el número de mujeres rubias había aumentado en la Capital.

Cuantas más chinitas llegaban, más rubias aparecían. ¿Qué científico entendería al peronismo sin las mujeres de negro que llegaron a ser rubias? Eva les tocó el corazón y ellas fueron su fuerza, energía poderosa que había atravesado muchas generaciones en silencio y ahora hablaban a gritos.

Por Jorge Abelardo Ramos

En el día del aniversario del nacimiento en 1919 de Eva Perón, un fragmento de “La era del peronismo”, ediciones del Mar Dulce, junio de 1981, pág. 116, tomo V de “Revolución y Contrarrevolución en la Argentina”, texto gentileza de Rodolfo Parbst y la lista Conozcamos la historia,

UN TEXTO DE GÜIRALDES

Hace mucho tiempo, me regalaron este ejemplo de bohomía criolla, de recio cariño varonil. Lo comparto con ustedes.

Sé hospitalario.
Cuando el forastero harto de camino ponga en tu población la mirada como un cuerpo sobre los pellones del recado tendido en el campo, espéralo más allá del umbral de tu casa chata y fresca y ofrécele tu mano como un pregusto de abrigo.
Porque eres señor de tu casa, trátalo cual si fuera tu amo.
No preguntes quién es.
Tal vez en sus brazos pese un mal hecho, más difícil de llevar por la vida que las arrastradas nazarenas por la barrida tierra de tu patio en que van hincando su corona de espinas.
Tal vez un orgullo demasiado grande ensanche su frente bajo el chambergo cuya ala pretenciosa viene despreciando el aire que crea a su paso.
Siéntalo junto al fogón, corazón de fuego de tu morada tranquila, y dale un banco fuerte en que asentar su fatiga.
Arrima unas brasas a sus pies para que sequen el barro de sus botas y el calor suba hasta sus labios en confianzas de confidencia.
Déjalo hablar y asiente con tu cortesías sus palabras.
Y cuando el sueño nuble de vacío sus ojos, entonces dale tu lecho y vigila su reposo tendido sobre tus pellones.
Cuando se vaya llevará consigo el regalo de tu hermandad que mejora al hombre.

03 mayo 2010

Si equivocado estoy no digas nada

Hace mucho tiempo, casi desde mi pos adolescencia que conozco este poema de Carlos di Fulvio. Lo tenía en la memoria y lo recitaba parcialmente tratando de seguir el hilo del mismo, su ritmo, para alcanzar su totalidad. Nunca lo logré exitosamente; siempre me faltaban estrofas.
l fin, gracias a los amigos de La Monga (sitio que recomiendo visitar) lo encontré recitado por su autor y en una obra llamada "El Amigo", que -y perdón por la digresión- tiene una milonga que da título al vinilo que prometo compartir por que vale la pena. Sigo: el poema en cuestión se llama La Pena Del Vidalitero y tiene como fondo una selección de vidalas ejecutadas por el mismo Don Carlos Di Fulvio.
Aquí les dejo ambas cosas: el audio y el poema más abajo. Espero que lo disfruten. A mi me hace acordar, este tipo de aportes, a un antiguo trabajo que tenía en la radio: un programa llamado Amalgama al que añoro y para esa añoranza este blog (y uds, mis amigos que suelen visitarlo) me sirve de consuelo. Gracias por estar ahí.

Si equivocado estoy no digas nada

Yo soy el que enfrenta con la duda

y anda en un aire lento de guitarras

vidalitero pálido de música, vidalitero triste

hondero pampa solitario hasta el hueso

que en procura de un eco prisionero en la distancia

suelta palomas que no vuelven nunca.

Que no pueden volver, pues la guitarra

Tiene la voz conforme a la ternura

y sólo el que se acerca desentraña

la gravidez secreta de sus curvas.


Y el decir es dolor. Cada mañana

se despierta la voz joven y pura

y cada noche se duerme desgarrada

por la espina sutil de las preguntas.


Yo canto en el desierto. Nadie pasa cerca

de mis chilcales y de mis tunas.

Nadie se acerca tanto a mi guitarra

y que entibie sus palomas moribundas.

Y ya se me han perdido tantas cartas...

Las enseñé a volar una por una

y a la vuelta del tiempo he reencontrado

las cartas rotas y las alas truncas

no obstante, cuando pasa solitaria

la noche en la piragua de la luna

me encuentra siempre y siempre

retornando descarriadas palabras a su música


Recibí con el ser esta porfiada vocación

de alumbrar, honda y oscura.

No se me dio más luz que un solo rayo

y el dueño de la luz casi me alumbra.

Sin embargo camino, sin embargo

rescato, mi guitarra de las brumas

y me resigno a ser crucificado

siendo la cruz del sur martirio y brújula.


Tiene que ser así. Vamos andando.

De tantas cartas ha de haber una

que encuentre al fin la puerta del cercado

y entre a girar sin pausa y sin premura.

Bastará que una llegue. Mientras tanto,

peregrino en el tiempo de mi música,

proseguiré hasta el pie de las auroras a reclamar mi luz

Quiero hacer una canción fundamental

para los hombres que esperan mi canción.

He de hacer una.


Alguna vez sentí la melodía.

Alguna vez la presentí desnuda,

palpitando a orillas del silencio

como una estrella. Alguna vez. Alguna.


Pero esa vez... se la llevó el pampero.

El ronco viento pampa arreando lluvias

la alzó en el anca gris de la tormenta

y la violó en su toldería oscura.

Desde entonces la nombro

Desde entonces la llamo: estrella !!

Y no me alumbra.


Cómo entonces. Señor, conformarme

Con los bichos de luz de tus llanuras.

A veces, puesto en hombre, y de a caballo,

blasfemé con la voz de mi amargura.

Y a veces, en gurí, maté luciérnagas

por saber si es mi luz esa que ocultan.


Tengo entonces las manos luminosas

de asesinar la candidez sin culpas.

Ya soy más bien que un hombre, una luz mala.

Más que una concreción, soy una angustia.

Si equivocado estoy no digas nada.

Yo soy el que enfrenta con la duda

y anda en un aire lento de guitarras

vidalitero pálido de música, vidalitero triste

hondero pampa solitario hasta el hueso

que en procura de un eco prisionero en la distancia

suelta palomas que no vuelven nunca. Carlos Di Fulvio