24 marzo 2010

RECONSIDERANDO

Siempre se les mencionó a estos genocidas como "esos hijos de puta", pero me parece injusto... para con las putas.
Así que sigamos el consejo de Jaime Sabines y
Canonicemos a las putas...

Canonicemos a las putas. Santoral del sábado: Bety, Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires provisorias llena de gracia, manantiales de generosidad.

Das el placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los lloriqueos, las reconvencio­nes y los celos. No obligas a nadie a la despedida ni a la reconcilia­ción; no chupas la sangre ni el tiempo; eres lim­pia de culpa; recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas. Eres paciente, experta, atribulada, sabia, sin rencor.

No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu pre­cio, te en­señas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los ton­tos, a los de otro color; soportas las agresiones del orgullo, las ase­chanzas de los enfermos; ali­vias a los impotentes, estimulas a los tí­midos, complaces a los hartos, encuen­tras la fórmula de los desen­cantados. Eres la confidente del borracho, el refu­gio del perseguido, el lecho del que no tiene reposo.

Has educado tu boca y tus manos, tus músculos y tu piel, tus vísceras y tu alma. sabes vestirte y desvestirte, acostarte, moverte. Eres pre­cisa en el ritmo, exacta en el gemido, dócil a las maneras del amor.

Eres la libertad y el equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie; no so­metes a los recuerdos de la espera. Eres pura presencia, fluidez, per­petui­dad.

En el lugar en que oficias a la verdad y a la belleza de la vida, ya sea el burdel elegante, la casa discreta o el camastro de la pobreza, eres lo mismo que una lámpara y un vaso de agua y un pan.

Oh puta amiga, amante, amada, recodo de este día de siempre, te re­conozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y los perversos, te doy todo mi dinero, te co­ro­no con hojas de hierba y me dispongo a aprender de ti todo el tiempo. Jaime Sabines

a continuación algo de música.
En este caso una mezcla de dos temas de sendos autores. Alfredo Zitarrosa: STEFANIE y Enroque Llopis: RITA DESNUDA, de Ielpi y el mismo Llopis.
Este es un tema que, con dos versiones diferentes, hacen dos cantantes. Frank Delgado, que explica de quién es y las razones del autor y Joan Manuel Serrat que la rescata del olvido y la muestra en su trabajo Serrat Tarrés.
Un creador como Joaquín Sabina no no puede faltar en este recorrido. Para mejor, con la compañía de Pablo Milanés: La Magdalena:

vendrán más, a media que las vaya subendo al sitio goear.

UN 24 DE MARZO

Si algo puede hacer que se me llene los ojos de lagrimas, dicho esto literalmente y sin que se vea en ello ningún eufemismo, es Víctor Heredia cuando canta “Aquellos Soldaditos de Plomo”, por que me veo a mí mismo de la mano de mi viejo, sin agitar ninguna bandera, pero viendo pasar a los soldados un día patrio allá en los lejanos tiempos de mi niñez, allá en los lejanos tiempos de cuando mi viejo era un tipo alto, muy alto, sano y entero.

Conservo pocas imágenes de él, de mi viejo, en la memoria, pero una de ellas es cuando, de su mano, vi pasar un camión rojo, creo que era un Ford modelos ’46 que llevaba de tiro, atado con cadenas, un busto de Evita un 16 de septiembre de l955.

No me pregunten quienes asumieron el poder por que no me acuerdo. Lo que recuerdo es una mezcla de incertidumbre con algo de miedo al ver la cobardía de los tipos que iban pateando un pedazo de piedra, mármol o lo que fuera el material con que estaba realizado aquel busto, lastimándose los pies por lastimar el alma de “los descamisados” que sin duda deben haber contemplado ese salvaje desquite con aquella que había muerto hacia tres años, pero había entrado en la inmortal memoria del pueblo.

¡Viva el cáncer!, escribió alguna mano enemiga en un muro de Buenos Aires. La odiaban, la odian los biencomidos: por pobre, por mujer, por insolente. escribió tiempo después Eduardo Galeano (Memorias del Fuego , "EL SIGLO DEL VIENTO", México, Siglo XXI, 1990) a quien recurro y encuentro la respuesta a la pregunta ¿Quiénes la pateaban esa esfingie?

Esa historia que ahora cuento la miré con los azorados ojos de mis casi nueve años en la esquina de Mitre e Italia de San Rafael natal, de la mano de mi viejo y he estado a punto de escribir que en el mismo sitio disfruté del desfile de “las fuerzas armadas”, que motivo el comienzo de esta charla.

Pero no, no fue ahí donde contemplé pasar los soldados, con sus uniformes relucientes y a los militares que cumplían su misión en la cordillera con los esquies de madera y los bastones con redondeles de cuero sobre los hombros y cruzados detrás de la nuca.

¿Serían esos los Soldaditos de Plomo, a los cuales no se si les canta Víctor Heredia, los que le generaron la desazón y el desengaño que le inspiraron esta canción? O se le dispararon las ganas y las rabias por los del ’76 ?. (23/03/2010).

En fin. Me había propuesto seguir escribiendo algo personal sobre el 24, continuando hoy, pero esta madrugada la policía golpeó mi puerta. Era para avisarme que se había quedado el auto afuera, en la calle con las puertas sin seguro y dos vidrios bajos. Eran las seis menos cuarto y sentí miedo. Me había acostado pensando en recordar de algún modo más extenso el acontecimiento luctuoso que se conmemora hoy. Y ese miedo me generó de alguna manera un poco de vergüenza. ¿Quién soy yo para contar mi historia? Mínima, pedestre historia. ¿Quién era yo hace 34 años además de ser un delegado gremial del sindicato de Luz Y Fuerza que se quedó sin su trabajo? No, me dije, dejalo. Poné la música que acompañe a quienes lean esto y nada más. Muchas gracias. a./

P.D.: Pobre Borges. Un acontecimiento como éste nos va a hacer olvidar su natalicio. Dejarlo para mañana.

He aquí Aquellos Soldaditos De Plomo / Víctor Heredia


Lean y escuchen a Gieco: La Memoria
Los viejos amores que no están
La ilusión de los que perdieron
Todas las promesas que se van
y los que en cualquier guerra se cayeron

Todo está guardado en la memoria
Sueño de la vida y de la historia


El engaño y la complicidad
de los genocidas que están sueltos
El indulto y el Punto Final
a las bestias de aquel infierno

Todo está guardado en la memoria
Sueño de la vida y de la historia

La memoria despierta para herir
a los pueblos dormidos
que no la dejan vivir
libre como el viento


Los desaparecidos que se buscan
con el color de sus nacimientos
El hambre y la abundancia que se juntan
El maltrato con su mal recuerdo

Todo está clavado en la memoria
Espina de la vida y de la historia


Dos mil comerían por un año
con lo que cuenta un minuto militar
Cuántos dejarían de ser esclavos
por el precio de una bomba al mar

Todo está clavado en la memoria
Espina de la vida y de la historia

La memoria pincha hasta sangrar
a los pueblos que la amarran
y no la dejan andar
libre como el viento


Todos los muertos de la AMIA
y los de la Embajada de Israel
El poder secreto de las armas
La justicia que mira y no ve

Todo está escondido en la memoria
Refugio de la vida y de la historia

Fue cuando se callaron las iglesias
fue cuando el fútbol se lo comió todo
que los padres palotinos y Angelelli
dejaron su sangre en el lodo

Todo está escondido en la memoria
Refugio de la vida y de la historia

La memoria estalla hasta vencer
a los pueblos que la aplastan
y no la dejan ser
libre como el viento


La bala a Chico Mendez en Brasil
150 mil guatemaltecos
los mineros que enfrentan al fusil
represión estudiantil en México

Todo está cargado en la memoria
Arma de la vida y de la historia


América con almas destruidas
Los chicos que mata el escuadrón
Suplicio de Mugica por las villas
Dignidad de Rodolfo Walsh

Todo está cargado en la memoria
Arma de la vida y de la historia

La memoria apunta hasta matar
a los pueblos que la callan
y no la dejan volar
libre como el viento


Y el inefable Charly. LOS DINOSAURIOS
Los amigos del barrio pueden desaparecer,
los cantores de radio pueden desaparecer.
Los que están en los diarios pueden desaparecer,
la persona que amas puede desaparecer.
Los que están en el aire
pueden desaparecer en el aire.
Los que están en la calle
pueden desaparecer en la calle.

Los amigos del barrio pueden desaparecer,
pero los dinosaurios van a desaparecer.

No estoy tranquilo, mi amor,
hoy es sábado a la noche un amigo está en cana.
Oh, mi amor, desaparece el mundo.

Si los pesados, mi amor,
llevan todo ese montón
de equipaje en la mano.
Oh, mi amor, yo quiero estar liviano.
Cuando el mundo tira para abajo
es mejor no estar atado a nada,
imaginen a los dinosaurios
en la cama.

Por la atención dispensada, muchas gracias

17 marzo 2010

Amancay mamá x 2


Cuando el primero sale lindo, pa' qué vamos a andar mejorando nada. Vean si no:
Una foto es del 2007 y la otra del 2010.
Perdonen la chochera. Pero es inevitable.

14 marzo 2010

VAMOS HILARIO, CARAJO!!!




Hoy, 14 de Marzo, a las 5:45 nació HILARIO ARAUJO MARTÍNEZ, cuarto hijo de Alfio Atilano y segundo de Amancay, 3 kilos 550, todo bien.

Ampliaremos

13 marzo 2010

11 DE MARZO Y EL "TÍO"




El 11 de marzo también nos sucedió…

No.

Vamos de nuevo… el 11 de marzo también sucedimos, acontecimos, hicimos, protagonizamos, forzamos, armamos, ganamos una de las grandes: después de la dictadura elegimos al Tío.

Vamos a hablar de Héctor Cámpora…

Acá sigue José Pablo Feinmann...

……….

Uno dice “Cámpora” y piensa en la primavera. Muy pocos pueden convocar algo tan florido, la mejor estación del año, los pibes en los parques, los pájaros y el amor a todo trapo. Porque la Primavera de Praga es de Praga, pero no es de ningún tipo. En cambio, la Primavera Camporista es de Cámpora, lleva su nombre. ¿Qué es políticamente una primavera? Es un raro momento de la Historia en que creemos que en el futuro espera la felicidad, tal como la sentimos en el presente y aún mejor. Un momento en que la Historia parece, para siempre, nuestra. Tan nuestra que nadie nos la podrá quitar.

Durante la Primavera tenemos una visión lineal de la Historia: la Historia avanza, incontenible, en la dirección de nuestros deseos. Más aún: la Historia existe para que, en ella, se realicen nuestros sueños.

Eso fue la Primavera Camporista. Duró poco. Fue un romance juvenil y todos sabemos que los romances juveniles son intensos, locos, pero breves.

……….

Cámpora no parecía destinado a ser un revolucionario. (Pero esto, objetivamente, terminó por ser.)

……….

Pasan los años y Cámpora pasa a ser el delegado de Perón, que está en Madrid, exiliado. Y aquí empieza a pasarle algo raro. Empieza a conocer a los pibes de la izquierda peronista. Se lleva bien con ellos. Los pibes le dicen “Tío”. Y a Cámpora le gusta: ¡ser el Tío de todos esos muchachos ruidosos, quilomberos y, algunos de ellos, amigos de los fierros! A los fierreros Perón les dice: “formaciones especiales”. Era la forma de integrarlos. Perón integraba todo, todo le servía, lo bueno, lo malo, lo infame.

……….

El 11 de marzo de 1973 gana cómodo. Le hacen, a la noche, un reportaje en la TV y dice: “¡Basta de golpear a nuestros muchachos!”. Le habían dicho que la policía golpeaba a los militantes que festejaban el triunfo.

El 25 de mayo asume. La plaza es una fiesta sin límites. Vienen Allende y Dorticós.

Es la jornada más triunfal de la izquierda revolucionaria en la Argentina. Cámpora dicta la ley de amnistía y todos los presos salen a la calle, a festejar, a vivir la primavera. Allende, por televisión, dice: “¿Cómo no le habrá de ir bien a este gobierno? Vean ustedes el apoyo de masas que tiene”. Le faltaban tres meses para caer. A Cámpora, 45 días. Restablece relaciones con Vietnam del Norte. Dice un discurso combativo desde el balcón de la Rosada. Luego intenta gobernar.

Perón lo llama a Madrid. Duro y fiero, le reprocha sus vínculos con la JP. Cámpora, rebelde, ya no obsecuente, le dice: “Usted pensará como quiera, general. Pero si yo soy Presidente es por usted y por la Juventud Peronista”.

Acá sigo yo…

Murió en México, después de años de exilio en la embajada de la calle Arcos. Pasé por la puerta una vez y me detuve para imaginar cómo había sido la operación comando que armaron para poder burlar la vigilancia que hacían los milicos, sabiendo que el de México era territorio seguro y solidario para los perseguidos. Como haciéndose los boludos, los mexicanos dejaron por unos segundos el portón abierto y ahí apareció el Renault 12, en contramano, metiéndose en el jardín de la embajada como venía, a los saltos, hasta que se paró el motor. Y ahí quedaron Héctor padre y Héctor hijo.

Final J.P.F…

“Che, Camporita, ¿qué hora es?” Es la suya, querido Tío. La hora en que lo recordamos como lo que usted fue. Algo insólito, extraordinario: un hombre bueno. Llevamos su primavera en el corazón. La llevamos, entre otras cosas, porque nunca más tuvimos otra. Pero todavía estamos aquí, y esperamos.


12 marzo 2010

UN 11 DE MARZO

Mire que pasaron cosas un 11 de Marzo: Se casaron Romeo y Ju­lieta (según Shakespeare) con la anuencia y ayuda cómplice de un cura, el fray Lorenzo que al final de la historia termina contando la verdad de la milanesa, y los Montesco y los Capuleto hacen las pa­ces y colorín colorado, nunca más vuelven a ser enemigos ni rivales. Reíte de Migré o de Cascallar.

También nació un genio universal llamado Astor. Se llamaba Astor Pantaleón Piazzolla, nacido el 11 de marzo de 1921 en la ciudad de Mar del Plata, y pasó la infancia entre Buenos Aires y Nueva York (menos en la primera que en la segunda ciudad). Y el resto lo pue­den encontrar en el más del millón de sitios (no exagero) que apa­recen en tu pantalla cuando en el Google ponés Piazzolla.

Pero de quien quiero hablar es de un tipo que no tiene tantos accesos directos en un buscador de la web, pero que no pasa un día sin que lo recuerde. Tampoco exagero. No es este un llanto sensiblero. Lo recuerdo cuando cocino (según él, todo lo que se de hacer asados se lo debo a su paciente pedagogía), cuando hago pasteles, esos que el resto del mundo "llama empanadas fritas", por la discusión que se armaba cuando hacíamos juntos el picadillo, “pino” le llamaba él, y diferíamos en el uso del comino. La cosa era si debía llevar comino el picadillo o si no. Hasta que surgió una frase que yo se la achaco a él pero probablemente la haya acuñado yo inspirado en Carlos Di Fulvio (“mi libertad es como el aire / si falta, se hace notar”) y se la atribuya a el movido por el cariño. El agradecido cariño que le pro­feso a mi compadre Chito que hoy cumpliría (cumple para el Yayo y yo, los dos hermanos) 62 años. La frase referida al comino: “del comino se debe notar su ausencia”. es, de cualquier modo, un buen consejo culinario.

Un tipo que, cuando tuve que enfrentarme con la soledad por la muerte de la madre de mis hijos mayores, no faltó un solo día a la cita que se había autoimpuesto de hacerme compañía aunque fuera para tomar “dos mates”. El resto de lo que puedo explayarme son sólo cotidianidades de las que conversábamos. Simplezas que no aportan pero que mantienen viva la memoria de mi querido compa­dre, del cual estaremos festejando su cumpleaños hoy con el otro her­mano engullendo unos pasteles y levantando nuestra copa para brindar por la eterna salud con que habrá de acompañarnos hasta que a nosotros mismos nos toque “irnos a las duchas”.

Ahora les ofrezco un cuento de Eduardo Sacheri que, honestamente lo elegí al azar y me parece que fui ayudado por alguna mano, por algún duende escriba, por que es uno de los cuentos más lindos que he leído de fútbol y por que me he emocionado cuando leí que López, el personaje del cuento era medio "retacón".

ULTIMO HOMBRE

López había cumplido siempre. Había ganado y perdido, cosa por cierto evidente. Pero jamás había abandonado su puesto. Jamás había sacado el cuerpo por cobardía. Jamás había te­mido hacer un sacrificio. Era un back enérgico y silencioso, lector de buenos libros. No le molestaba jugar de último hombre. Ni que la pelota estuviese, en sus pies, eternamente de paso. Hacía el quite, buscaba con la mirada a los vocife­rantes mediocampistas, y se la sacaba de encima con algo de premura y una cierta mácula de torpeza. No se sentía menos por ello. Sabía que, sin su presencia allí, en el fondo, el equipo podía venirse en picada, por más que los delanteros se florearan con toques y gambetas. ¿No había sido una catás­trofe, acaso, aquella segunda rueda el otro año, cuando él había estado parado por la operación de meniscos? Al técnico casi lo internan del disgusto: los contrarios se hicieron festi­nes memorables. La defensa, sin él, era un colador endemo­niado, un puente cándido por el que podía pasar hasta una anciana en muletas y llegar cara a cara con el arquero. De modo que, aunque a veces le produjera cierto hastío el des­dén de los volantes, la cómoda pereza de los delanteros, la pegajosa y algo inútil admiración de los laterales, López era un hombre en paz.

La noche definitiva era una de esas noches en las que llueven lluvias mansas, parsimoniosas, leves y frías. Irían, cuanto mucho, veinte minutos del segundo tiempo. Cero a cero, tra­bado en el medio, cosa natural en dos equipos jugados al empate en el afán de sacarle el cuello a la guillotina del des­censo. López hacía lo suyo. Trababa. Ordenaba. Sometía al árbitro al consabido rosario de jeringueos y reproches.

La hecatombe no se anunció a través se señales contunden­tes. Simplemente se inició cuando López salió a cortar una pelota dividida con el siete contrario, un jovencito rápido y atrevido, que siempre amagaba por adentro y salía por afuera. López no se inquietó, aunque su rival llegó a bajar la pelota un segundo antes que él cortara. Lo dejó en cambio detenerse en seco, hamacarse, sobrarlo. Y cuando el otro por fin disparó por afuera, López se lanzó a la pileta húmeda del lateral con la certeza de que sus 95 kilos serían suficientes para trabar el balón y proyectar al jovencito hacia los carteles del costado.

Cuando se incorporó, la pelota descansaba junto a su botín izquierdo. El otro yacía, aturdido, en un charco cercano al banderín del córner. Había cumplido según el manual del perfecto zaguero, y algunos aplausos regados desde la grada semidesierta le entibiaron el alma. Faltaba únicamente bus­car con la mirada al tres o a algún volante, para que abrieran el juego. Pero entonces pasó lo que nunca había pasado an­tes. López bajó de nuevo los ojos. Vio sus pies embarrados, su rodilla raspada, sus medias bajas, y la pelota brillante, reluciente. Los gritos desde el medio le llegaron de inmediato, pero López decidió que debía esperar a que algo terminase de tomar forma dentro suyo. Tal vez el nueve contrario advirtió sus vacilaciones, porque se le vino al humo con la lengua afuera para atorarlo en su torpeza. López llegó a oír que el técnico le gritaba que la colgara, que la colgara, pero en lugar de obedecer no pudo evitar bajar de nuevo la cabeza y volver a verla, como nunca hasta entonces, hasta enamorarse de ella hasta el último rincón de su alma. Entrecerró los ojos. Inspiró profundamente. Oyó con una nitidez absoluta el ga­lope tendido del delantero, notó su respiración agitada, le vio la codicia ególatra que siempre lle­van en el rostro los delante­ros.

Nunca supe lo que López sintió en ese momento. Yo supongo que fue una súbita intuición de la negritud insoslayable de la muerte. De hecho, cuando el contrario se le tiró a los pies, López hamacó sus 95 kilos, balanceó su cadera inexperta, y dejó que el botín acariciara levísimamente la pelota. A los treinta y tres años Juan López acababa de tirar un caño en el borde del área. El técnico escupió el pucho y le gritó que la largase. López lo contempló sin prisa y sin cariño. Cuando adelantó el balón y se lanzó tras él al trote, lo había olvidado para siempre. Llegó hasta el mediocampo sin que le salie­ran al cruce. El único estorbo eran los gritos de los suyos, que sin comprender el milagro se la pedían como si tal cosa, como si él no fuese capaz de avanzar con la cabeza en alto, con el gesto sereno, con una libertad indómita que le nacía en el vientre y lo invitaba a seguir yendo.

El técnico, fuera ya de sus cabales, lo insultaba en escalas polícromas y lo conminaba a largarla y a volverse. El iluso no sabía que López corría irrevocable a su destino, o al menos a uno de todos los destinos que habitan la vida de un hombre. Cuando al fin le salió el volante central López le amagó por dentro y se le escabulló por el callejón del diez. Pero en su apuro inexperto la tiró algo larga, de modo que el ocho de ellos se le vino al humo, seguro de llegar primero. Para en­tonces el técnico acababa de cruzar el umbral del descon­suelo. López había pasado a dos contrarios, pero había me­tido tal desbarajuste en los relevos que nadie sabía donde cuernos pararse. No estaban listos para eso. López nunca había subido. Retacón como era, no servía para ir a buscar los centros. De modo que el otro central trataba de acomodar a los dos laterales, en la seguridad de que el contraataque era inminente y los iba a agarrar papando moscas; mientras los volantes chillaban pidiendo una pelota ya definitivamente perdida.

Pese a todo, y cuando el marcador se lanzaba con los botines de punta, López adelantó la diestra con la presteza de un de­lantero consumado y empujó con lo justo el balón un metro escaso. Sintió el dolor inconfundible de un tobillo aplastado bajo los tapones del rival, pero ni siquiera sopesó la posibili­dad de detenerse. Ahora corría cerca de la raya, y de vez en cuando la alejaba de la línea con sutiles toques de una zurda que hasta entonces le había servido sólo para apretar el em­brague. Eufórico, seguro de sí, estiró el brazo derecho, seña­lando la extensa pampa abierta a las espaldas del marcador de punta. «Carucha» Pontón, el win izquierdo, le entendió la seña y salió disparado. López, sin mirarlo, le puso una pelota inaudita con la cara externa del pie derecho, para que la bola pasase por fuera del marcador e hiciese la comba volviendo hacia la cancha, justo a tiempo para que Carucha la cazara, al vuelo, y picara hasta el fondo bien habilitado.

Por primera vez en su vida, López encorvó el cuerpo y se lanzó en velocidad hacia el área. Uno de los centrales le hizo el honor de pretender sacarlo con el cuerpo. Pero López no era uno de esos contrahechos que suelen jugar de nueve para no transpirar ni despeinarse. Se lo sacó de encima con un par de forcejeos del brazo izquierdo. Mientras seguía lanzado en su carrera entendió que había elegido bien a quién lanzar el pelotazo: Carucha, Dios lo bendiga, estaba llegando al banderín y sacudiendo la cabeza buscándolo a él, a López, al seis, al último hombre de toda la vida, para que la mandara guardar de una buena vez por todas. No buscaba a esos amargos seudo infalibles de corazón tibio que se consideran elegidos para el terso destino de la delantera. No, nada de eso. Lo buscaba a él, a López, al burro de carga, al percherón del lechero, para que tentara el destino de convertir un gol de hazaña.

Deslumbrado, como un recién nacido, López cruzó como una exhalación la medialuna del área. Dio dos pasos y se elevó en el aire. Sintió las gotas de lluvia en el rostro. Sintió la luz de los flashes. Sintió la bocina de un tren que pasaba por detrás de la popular visitante. Y sintió la caricia abrupta del balón impactándole en la frente, abandonándolo rumbo al arco, dejándole una mancha de barro sobre la ceja, cerrándole para siempre la puerta al miedo y al olvido. Termino mi relato aquí, temiendo que algún lector futbolero se sienta defrau­dado al desconocer el destino final del cabezazo. No voy a re­matar la historia apuntando si el balón se colgó de un án­gulo, o si salió ocho metros por encima del travesaño. Si me explayo en esa materia estaré distrayendo la atención hacia un detalle intrascendente. Lo inolvidable, lo sagrado para mí, que estuve presente en la noche final en que López decidió cortar la soga, es su imagen al volver desde el área contraria. Sereno. Feliz. Altivo. La camiseta fuera del pantalón. Las me­dias bajas. El barro en las pantorrillas. Y una mirada ab­sorta, emocionada, enternecida en la intuición de su libertad recién alumbrada. Una mirada sin destino fijo, apoyada en todo caso en un punto cualquiera del horizonte; de esas que los hombres sólo usan para mirarse a sí mismos.

De “Esperándolo a Tito y Otros Cuentos” de Eduardo Sacheri


10 marzo 2010

ALEA JACTA EST

... Y sus mil bocas dicen: "Ahora, la suerte ya está echada..."

Alfredo Zitarrosa, nacido un 10 de marzo de 1936 en Montevideo, Uruguay, la misma ciudad que lo vio nacer también lo vio emprender el viaje.
Según el Walter hoy es el Día del Cantor.
Hoy cumpliría 74 años.

...Hace un buen rato ya que doy trabajo y vengo acostumbrándome al desuso de mi alma, a la razón del enemigo, a mis sesenta cigarrillos diarios, a las malas costumbres de mis canciones, que de algún modo siempre fueron nuestras, vos lo sabés, guitarra negra. . . Hoy reanudo en un cómico enderezo la hora de ayer parada en su nostalgia. Me hacen sufrir las alas que me puse para volar, más grito y se alzan, gimo y me acompañan, río y baten de a dos, como que están amándose y se odian, sin embargo mis dos alas se odian, se enderezan, se hacen amigas mías para llevarme por todas partes: allá está la canción, aquí la nada. . . Más allá el pueblo y más acá el amor... Pero el pueblo está también más acá... Y antes estaba allá también, detrás del pueblo el pueblo. . . Hemos viajado por todos mis caprichos y el pueblo hozando el piso, amandose con alas como las mias... Odiando su destino, odiándome y amandome sin alas, con millones de pies, con manos y cabezas y lenguas... Y sus mil bocas dicen: "Ahora, la suerte ya está echada..."

Pero para los que creen que se murió, le dejo este aporte con algunas cosas que fundamentan nuestra opinión de que esta gente no se muere. Es decir: quedan en sus letras, sus canciones, sus intenciones, sus banderas, sus luchas y por sobre todo, una de las razones más importantes, me arriesgo a decirlo: su compromiso:

“Lo que queremos es una humanidad justa, una sociedad de hombres dignos de ser hombres entre los hombres. Es decir, en la que haya auténtica justicia, igualdad, incluso en el sentido cristiano; yo pienso en eso. La revolución es un acto de amor a la justicia, de amor al hombre, a la verdad, a la sociedad humana”

Sería ese el justificativo de su preocupación:

Hago falta... Yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy... Siento que hay un sitio para mi en la fila, que se ve ese vacío, que hay una respiración que falta, que defraudo una espera... Siento la tristeza o la ira inexpresada del compañero, el amor del que me aguarda lastimado... Falta mi cara en la grafica del pueblo, mi voz en la consigna, en el canto, en la pasión de andar, mis piernas en la marcha, mis zapatos hollando el polvo. . . Los ojos míos en la contemplación del mañana... Mis manos en la bandera, en el martillo, en la guitarra, mi lengua en el idioma de todos, el gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos.

Se darán cuenta que he ido copiando textos de Don Alfredo para acompañar este brindis por su salud. Son textos de su obra Guitarra negra, y no me voy a poner a transitar por el dudoso sendero de los que la saben lunga. Nada de eso. Solamente les cuento que es una las mas más hermosas cosas que he leído y escuchado. La división de los textos, así como el género –poema por milonga–, al que pertenece la obra, han sito tomados de: "Zitarrosa. La memoria profunda", Raúl Forlán Lamarque y Jorge Migliónico, Ediciones La República, Montevideo - Uruguay, enero de 1994).
En la primera edición (Madrid, 1977) las partes que la componen son presentadas por su autor como "contracanciones", género particular creado por él mismo para definirlas, ante su imprecisa ubicación conceptual, musical y literaria. En la misma, los textos, cuyos fragmentos no llevan título alguno, se encuentran agrupados en 3 partes: La I incluye desde Introducción a Uruguay for export, la II es Flor show, y la III las cuatro restantes.
Asimismo, la puntuación empleada es la que se usa en la tapa de dicha edición.
Acá les dejo los videos, Disfrútenlo y Feliz cumple Cantor…!!!

Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra, guitarra negra... Dice Enrique, mi hermano, que hay cierto perro hundido que se lame mansamente y nos lame, lamiéndose, una herida quieta allá al fondo, sentado en su escalón... Y dice más mi hermano el otro Enrique, en Praga: Dice que amarte con certeza, hacerte enteramente hembra, darte lo que de vida tengan mis urgencias será amar más y más a Jaime; amarlo, más de veras... Por su alma, su propio perro mordedor bajo el garrote, el cable, el puñetazo, la bolsa de arpillera, el plantón y el insulto... La olvidada mejilla que no ponen ni él ni nadie a golpear... Sino con hambre y Rita y José Luis, con Gerardo y Raúl y Rosa y Sara y Mauricio... Y por todos nuestros muertos... Y he sabido, guitarra, que este otro perro que criaste, ladrador, campesino, a veces manso o vigilante, que roe su propio hueso en la penumbra y gruñe... cual casi todo perro popular, vagará por tus anchas veredas, tus milongas sangrantes... hasta morir también... Tal vez un día... De soledad y rabia... De ternura... O de algún violento amor: de amor... sin duda.


09 marzo 2010

LA NOSTALGIA DE MI HERMANO

Resulta que me dio algo de nostalgia a mi también, y aunque solamente la vida nos parió y no una sola madre, nos hicimos hermanos, nos juntamos ya avanzadas nuestras respectivas edades (la mía sobre todo). Casi que no podemos compartir esas primeras vivencias, me refiero a lo de las series y todo lo relativo a la tele, elemento al cual accedí ya casi abandonando la adolescencia. Casi, casi diría que soy de la época de la radio de galena. Bueno, no será para tanto, pero no iba a la casa de un amigo a otra cosa que a a tomar la leche son Toddy mientras escuchábamos Tarzán. Y de mis siestas recuerdo haberme escapado sin alertar a mi madre (eso creía yo) y luego de haber rapiñado de la despensa de mi casa un puñado de sl gruesa -es largo de explicar, pero usábamos, merced a una rebeldía de mi viejo, sal sin iodar que él traía directamente de la salina-, me escapaba buscando a los compinches a quienes convocaba con una burda cuan infantil imitación del grito del ya mencionado Tarzan. Y ahí andábamos como las iguanas o las lagartijas metiendonos en las fincas vecinas a robar uva o tomates que salabamos con aquella sal sin iodar que traia mi viejo desoyendo los consejos del Dr. Leiva. En fin...
Pero volviendo al Walter. A mi me dió por imaginarme su infancia allá en su Mendoza amada y lo vi con sus amigos: el Juan, el compadre Quinteros y otros de merecida recordación y me vino a la cabeza esta nostalgiosa maravilla que ahora comparto aca como una caricia en el alma para él y en su persona hago extensiva a ustedes. Salú. a.,



MARCHA DE SAN LORENZO by DANIELA


Se me hace imprescindible aquilatar la bondadosa acción de Nancy Linares, ya que fue ella quien me envió esta maravilla

no jodamos con michael jackson



Les dejo un video que me ha conmovido, que me ha sacudido profundamente.
Este es un aporte de nuestra común amiga Nancy. Un agradecido abrazo doñita. a.,

Pero no nos creamos los dueños de la pelota. Pese a todos nuestros esfuerzos y a nuestra soberbia, la catástrofe que esan padeciedndo nuestros hermanos chilenos no ha sido responsabilidad nuestra. Sí se puede tomar como una advertencia que nos hace el planeta que nos cobija, estoy a punto de decir que contra su voluntad. Con un par de sacudones más, la tierra nos va a sacar cagando con la facilidad que un perro se sacude el agua justo a nuestro lado.
De todas maneras, qué maravilla lo de este Michael Jackson que yo siempre había mirado como con desdén.
Chau che. Un abrazo. a,m

02 marzo 2010

MI HIJO TAMBIEN LA EXTRAÑA

Esto me envió mi hijo Alfio M. cuando la hermana mía madrina de él decidió emprender el viaje final. Se trata de la letra de una canción de Pearl Jam llamada Just Breathe. a posteriori va el video.
Simplemente respirar - pearl jam

si, yo entiendo que toda vida debe terminar

mientras nos sentamos solos, se que algún día debemos irnos

soy un tipo afortunado al contar con mis dos manos

a los que amo algunos tienen uno


otros ninguno quedate conmigo

respiremos mis pecados son expertos


nunca me van a dejar ganard

espués de todo, solo otro ser humano

no quiero hacer daño, hay tanto en este mundo

que me puede hacer sangrar quedate conmigo

sos todo lo que veo


dije que te necesitaba? dije que te quería?

si no lo hice, soy un tonto

nadie sabe esto mas que yo

ya que estoy siendo honesto

todos los dias me pregunto

cuando miro tu cara


todo lo que diste

y no te llevás nada

no te llevas nada

de todo lo que diste


¿dije que te necesitaba? ¿dije que te quería?

si no lo hice, soy un tonto

nadie sabe esto mas que yo

ya que estoy siendo honesto


no te llevas nada

de todo lo que diste

sosteneme hasta que muera

nos vemos del otro lado