28 febrero 2010

LA TELE, LAS SERIES, LOS JUEGOS


Esos años ’60, mi década del ’60, esos años que dieron la vuelta y dieron vuelta al mundo. Es imposible separar mi niñez-adolescencia de lo que fue sucediendo, de lo que fue cambiando, con la satisfacción de que, a esta altura de la vida, puedo decir de que nadie nos la contó, la fuimos viviendo a medida que pasaba. Díganme si no es para agrandarse ahora. Aprendíamos y crecíamos mientras el mundo cambiaba a caballo del arte y la conciencia de los jóvenes, de la música. Caían algunas barreras, se acortaban las polleras.
Quizás sea algo que se me ocurre sólo a mí, una imagen que tengo incorporada, pero me parece que esos primeros años eran en
blanco y negro. La tele, los diarios, hasta Mary Quant habría de diseñar en esos contrastes de blanco y negro. El color vino después, ya por la época en que fueron apareciendo los hippies, el flower power, el paisaje verde de la selva en Vietnam y algunas sustancias que, por entonces, nos asustaban – pero a no apurarse, ya llegaremos a esto.
Al principio de los ’60 todavía era yo un pendejito – entré en el secundario recién en el ’64 – hasta ese momento lo único que me interesaba era que tenía un televisor (de 23 pulgadas!) lleno de dibujitos de Huckleberry Hound, los Picapiedras, el oso Yogui, el león Melquíades (huyamos hacia la derecha), los Supersónicos y Bugs Bunny… y las series. Una vez por semana y en general de media hora. Locura total, nos las sabíamos todas: personajes, paisajes, conflictos. C
amino a la esquizofrenia, entre Virginia City y la Plaza de Mayo, donde florecían las proclamas contra Frondizi, hasta que lo echaron… pero yo qué sabía de todo eso?
Estaba Jim de la Selva (con Johnny Weismuller), El Niño del Circo (con el que después fue de los Monkees), Randall el Justiciero (Steve McQueen), Markham (Ray Milland), Peter Gunn, Bronco, Ivanhoe (Roger Moore), Dick Van Dyke, Pero es Mamá quien Manda, Papá lo sabe todo, El Soltero Feliz (Bob Cummings), El Cisco Kid, El Llanero Solitario, Mike Hammer (“chiquita…”), Superman (que se terminó tirando en serio de un edificio), Ballinger de Chicago (Lee Marvin), En la Cuerda Floja (que llevaba la 38 cortita en la cintura, a la espalda… era un vivo bárbaro), Yo quiero a Lucy, Loretta Young, Alfred Hitchcock, Los Acuanautas, y la mejor: Dimensión Desconocida.
Después estaban las de una hora, con historias más serias: Perry Mason (Raymond Burr), Laramie (con el tío Jonsey), La Ciudad Desnuda (hay 8 millones de historias…), Ajedrez Fatal, Bonanza, La Ley del Revolver, 77 Sunset Strip (Kookie tenía un peine en el bolsillo de atrás y un jopo rubio… todos llevábamos un peinecito, pero no éramos rubios), Ben Casey, Caza Submarina (Lloyd Bridges, ese que después tuvo dos hijos que tocaban el piano y la Pfeiffer se les subía, de rojo, al piano
, a cantar.. un infierno), Revolver a la Orden, Doctor Kildare. Y mil más. Iré agregando las que me acuerde.
Y el doblaje, esas palabras (qué era la cajuela del carro?), ese sonido… ¿no han intentado ver Los Picapiedras en el inglés original? Nada nada… Pedro y su “¡¡Vilmaaa !!” tenía otro sonido. Con la barra pasábamos directamente del mendocino básico huón, al español neutro (no
tan neutro) portorriqueño bonanzeño, dependiendo de si comentábamos de Boca del ’62, o si teníamos que decirle a alguno: “Johnny, te llenaré de plomo”.
Cuando aparecía una serie nueva, al otro día nos juntábamos con la barra a jugar – estábamos a medio camino, indecisos entre la pelota y los revólveres y los bailes y el cigarrillo; no terminábamos de soltar la niñez para empezar a tantear la adolescencia; como si en ese momento supiéramos lo que nos pasaba – bueno, pero estábamos con la serie nueva… nos juntábamos y ahí había que ser rápido, porque la cosa estaba en cantar primero: “yo soy tal”… o sea, por ejemplo, estrenaban Los Rangers de Texas y había que cantar “yo soy Jace Pearson”, que era el protagonista, el “muchacho”. Entonces el personaje le correspondía al que cantaba para siempre en los juegos de la barra. Si uno se dejaba madrugar estaba listo, se tenía que conformar con algún segundón, que no era ni por asomo el héroe del asunto, el de los revólveres plateados. Los de segunda fila sólo acompañaban, ayudaban al “muchacho”. La regla era de oro, se respetaba a rajatabla: el que cantaba se lo quedaba. Inamovible. Por ahí se podía hacer alguna negociación, algún préstamo de personaje por un par de días, o algún cambio (como con las figuritas)… del tipo de “te cambio el Llanero por Randall y Jim Davis (de Brigada 8)”… “eeeh, es mucho”… pienso, pienso… y al final “bueno, dale”.

Y a jugar. Por ahí hacíamos un impasse al lado del zanjón (de contrabando, porque a mí no me dejaban ir) para fumar unas vainas como de algarroba, largas, finitas, no sé cómo se llaman pero las reconocería en cualquier parte, o para ver pasar a las pibitas que ya nos complicaban las hormonas y eran las que (sin saberlo) más nos empujaban hacia el crecimiento.
Pero volvíamos al juego, los tiros, la gran aventura… pero también a buscarlas con la mirada… indecisos.

Continuará…

Walter.


24 febrero 2010

EL NIETO 101



LA ESPERANZA - LA SOLIDARIDAD - EL COMPROMISO - LA MILITANCIA
Estas caras dicen todo lo que nunca se va a poder expresar con el lenguaje.
Abel Madariaga sólo había visto a su hijo Francisco dentro del vientre de su pareja, Silvia Quintela, una médica militante de la Juventud Peronista que a los cuatro meses de embarazo, fue desaparecida por la dictadura militar. Abel y Francisco dieron una conferencia de prensa para contar que se buscaron y se encontraron 32 años después del secuestro.

22 febrero 2010

EZRA WINSTON


LA TUMBA EN EL AIRE


Arrojaron las cenizas de Mely en la ladera del Piltri, Aledaño a su querido El Bolsón. Ahi va un poema y una foto que sacó Ramiro su hijo, mi sobrino, fotógrafo él. Gracias por condolerse con nosotros. Walter y Alfio:

No he dejado una tumba donde puedas llorar

pues no estoy ahí. Yo no duermo.

Soy un millar de vientos que soplan en Agosto y relentean tus pasos

para que puedas sentirme en tus dificultades;

Soy el brillo de un cristal en la nieve que enceguece tus ojos para que,

al cerrarlos, puedas verme dentro tuyo;

Soy la luz del sol sobre los Alerces rojos,

donde me reconocerás en el renacer de cada primavera;

Soy la suave lluvia de verano que camufla tus lágrimas y mi ausencia.

En el silencio delicado y rosado del amanecer,

soy un ave ágil en vuelo que atraviesa tu paisaje y tu desvelo

para sacarte de tu angustia...

Hoy más que nunca soy Cenizas y,

lejos de desaparecer, me esparzo por el viento

y toco todo lo que, hasta hace poco, nos mantenía unidas frente a frente;

las montañas, el agua, el viento, el paisaje, nuestro lugar.

Encuéntrame en todas estas cosas,

pues no he dejado una tumba para que me llores,

no estoy ahí,

yo no he muerto.


Poema de SANDRA RUIZ DIAZ

19 febrero 2010

MERCEDES - FALUCHO - ARIEL


MERCEDES SOSA
FELIX LUNA
ARIEL RAMIREZ


Ahora de gira, unidos
como cuando crearon sus
gigantescas obras:
MUJERES ARGENTINAS
CANTATA SUDAMERICANA


18 febrero 2010

OBDULIO, EL NEGRO JEFE

Dice Eduardo Galeano (cuando no...!!)
Yo era chiquilín y futbolero, y como todos los uruguayos estaba prendido a la radio, escuchando la final de la Copa del Mundo. Cuando la voz de Carlos Solé me transmitió la triste noticia del gol brasileño, se me cayó elalma al piso. Entonces recurrí al más poderoso de mis amigos. Prometí a Dios una cantidad de sacrificios acambió de que Él se apareciera en Maracaná y diera vuelta el partido.
Nunca conseguí recordar las muchas cosas que había prometido, y por eso nunca pude cumplirlas. Además,la victoria de Uruguay ante la mayor multitud jamás reunida en un partido de fútbol había sido sin duda unmilagro, pero el milagro había sido más bien obra de un mortal de carne y hueso llamado Obdulio Varela. Obdulio había enfriado el partido, cuando se nos venía encima la avalancha, y después se había echado el cuadro entero al hombro y a puro coraje había empujado contra vientoy marea. Al fin de aquella jornada, los periodistas acosaron al héroe. Y él no se golpeó el pecho proclamando que somos los mejores y no hay quien pueda con la garra charrúa: "Fue casualidad" murmuró Obdulio, meneando la cabeza. Y cuando quisieron fotografiarlo, se puso de espaldas. Pasó esa noche bebiendo cerveza, de bar en bar, abrazado a los vencidos, en los mostradores de Río de Janeiro. Los brasileños lloraban. Nadie lo reconoció. Al día siguiente, huyó del gentío que lo esperaba en el aeropuertode Montevideo, donde su nombre brillaba en un enorme letrero luminoso. En medio de la euforia, se escabulló disfrazado de Humphrey Bogart, con un sombrero metido hasta la nariz y un impermeable de solapas levantadas. En recompensa por la hazaña, los dirigentes del fútbol uruguayo se otorgaron a sí mismos medallas de oro. A los jugadores les dieron medallas de plata y algún dinero. El premio que recibió Obdulio le alcanzó para comprar un Ford del año 31, que fue robado a la semana.

GARRINCHA, Un homenaje tardío

(murió un 20 de enero)
Amaga Garrincha tumbando rivales. Media vuelta, vuelta completa. Hace como que va, pero viene. Hace como que viene, pero va. Los rivales caen' despatarrados al suelo, uno tras otro, culo en tierra, piernas al aire, como si Garríncha desparramara cáscaras de banana. Cuando ha eludido a todos, incluyendo al arquero, se sienta sobre la pelota, en la línea de gol. Entonces, retrocede y vuelve a empezar. Los hinchas se divierten con sus diabluras, pero los dirigentes se arrancan los pelos: Garrincha juega por reír, no por ganar, alegre pájaro de patas chuecas, y se olvida del resultado. Él todavía cree que el Fútbol es una fiesta, no un empleo ni un negocio. Le gusta jugar a cambio de nada o por unas cervezas, en playas y campitos.
Tiene muchos hijos, propios y arrimados. Bebe y come como si fuera la última vez. Manoabierta, todo lo da, todo lo pierde. Garrincha ha nacido para derrumbarse; y no lo sabe.

Alguno de sus muchos hermanos lo bautizó Garrincha, que es el nombre de un pajarito inútil y feo. Cuando empezó a jugar al futbol, los médicos le hicieron la cruz, diagnosticaron que nunca llegará a ser un deportista este anormal, este pobre resto del hambre y de la poliomelitis, burro y cojo, con un cerebro infantil, una
columna vertebral hecha una S y las dos piernas torcidas para el mismo lado.
Nunca hubo un puntero derecho como él. En el Mundial del 58 fue el mejor de su puesto. En el Mundial del 62, el mejor jugador del campeonato. Pero a lo largo de sus años en las canchas, Garrincha fue mas: él fue el hombre que dio mas alegrias en toda la historia del futbol.
Cuando él estaba allí, el campo de juego era un picadero de circo, la pelota un bicho amaestrado, el partido, una invitacion a la fiesta. Garrincha no se dejaba sacar la pelota, niño defendiendo su mascota, y la pelota y él cometían diabluras que mataban de risa a la gente; él saltaba sobre ella, ella brincaba sobre él, ella se escondía, él se escapaba, ella lo corría. Garrincha ejercía sus picardías de malandra a la orilla de la cancha, sobre el borde derecho, lejos del centro; criado en los suburbios, en los suburbios jugaba. Jugaba para un club llamado Botafogo, que significa prendefuego, y ése era él: el Botafogo que encendía los estadios, loco por el aguardiente y por todo lo ardiente, el que huía de las concentraciones escapándose por la ventana, porque desde los lejanos andurriales lo llamaba alguna pelota que pedía ser jugada, alguna música que exigía ser bailada, alguna mujer que quería ser besada.
¿Un ganador? Un perdedor con buena suerte. Y la buena suerte no dura. Bien dicen en Brasil que si la mierda tuviera valor, los pobres nacerían sin culo.
Garrincha murió de su muerte: pobre, borracho y solo.
Manuel Picón, cileno él escribió esta maravilla de homenaje y Alfredo Zitarrosa, uruguayo çel le puso la música. Disfruten de ambas cosas juntas.

Lo lleva atado al pie, como una luna atada al flanco de un jinete,
lo juega sin saber que juega el sentimiento de una muchedumbre,
y le pega tan suave, tan corto, tan bello,
que el balón es palomo de comba en el vuelo,
y lo toca tan justo, tan leve, tan quedo,
que lo limpia de barro y lo cuelga del cielo,
¡y se estremece la gente, y lo ovaciona la gente!

Lo lleva unido al pie, como un equilibrista unido va a la muerte,
lo esconde –no se ve–, le infunde magia y vida y luego lo devuelve,
y se escapa, lo engaña, lo deja, lo quiere,
y el balón le persigue, le cela, le hiere,
y se juntan y danzan y grita la gente,
y se abrazan y ruedan por entre las redes,
¡y se estremece la gente, y lo ovaciona la gente!

¿Quién se llevó de pronto la multitud?
¿Quién le robó de pronto la juventud?
¿Quién le quitó de un golpe el hechizo mágico del balón?
¿Quién le enredó en la sombra la pierna, el flanco y el corazón?
¿Quién le llenó su copa en la soledad?
¿Quién lo empujó de golpe a la realidad?
¿Quién lo volvió al suburbio penoso y turbio de la niñez?
¿Quién le gritó en la cara: –Usted no es nada, ya no es usted?
Ya no es usted, señor, ya no es usted.*

El último balón lo para con el pecho y junto al pie lo duerme,
lo mira y sólo ve cenizas del amor que estremeció a la gente,
y lo pierde en la hierba, lo deja, lo olvida,
no lo quiere, le teme, no puede, no atina,
y se siente de nuevo enterrado en la vida,
y el balón se le escapa entre insultos y risas,
¡y se enfurece la gente, y le abuchea la gente!

¿Quién se llevó de pronto la multitud?
¿Quién le robó de pronto la juventud?
¿Quién le quitó de un golpe el hechizo mágico del balón?
¿Quién le enredó en la sombra la pierna, el flanco y el corazón?
¿Quién le llenó su copa en la soledad?
¿Quién lo empujó de golpe a la realidad?
¿Quién lo volvió al suburbio penoso y turbio de la niñez?
¿Quién le gritó en la cara: –Usted no es nada, ya no es usted?

Ya no es usted señor, ya no es usted...

Siempre logras que llegue la calma

Quiero compartir una canción con la que mi hijo me sobó el alma. Presumo, sin temor a equivocarme, que también es un modo de consuelo también para él. Es su modo de decirme: "estoy a tu lado papá, y me parece hermoso que asi sea".
Es un tema de un grupo llamado No Te Va A Gustar llamado TU NOMBRE, y yo se se los comparto en su nombre. Gracias Alfio M.
Ahi va la letra:
Cuando no estas yo digo tu nombre
Me transportas a donde nací
Una verdad guardada en un sobre.
Amo saber que cuidas de mí.

Yo no se por que razón
No te digo nada a vos.
Yo no se por que razón
Si somos lo mismo, aunque seamos dos.

Se que lloras si llora mi alma
Logro reír si escucho tu voz
Siempre logras que llegue la calma.
Amo saber que cuido de vos.

Yo no se por que razón
No te digo nada a vos.
Yo no se por que razón
Si somos lo mismo, aunque seamos dos.

Si te hacen mal juro seria capaz de matar
Yo voy a estar si vos me diste dos razones más
Si te hacen mal juro seria capaz de matar
Yo voy a estar si vos me diste dos razones más.

y ahí va la canción:

17 febrero 2010

EL CELULAR DE HANSEL Y GRETEL


Este cuento/reflexión de HERNÁN CASCIARI me lo hizo llegar Carlos Funes, el Karfun. Así que, de su parte, lo compartimos.


Anoche le contaba a mi hijita Nina un cuento infantil muy famoso, el de Hansel y Gretel de los hermanos Grimm.

En el momento más tenebroso de la aventura, los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer.

Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: 'No importa. Que lo llamen al papá por el celular'.

Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura -toda ella, en general- si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años.

Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que se le ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar, Macbeth, El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte. No importa si el argumento es elevado o popular, no importa la época ni la geografía.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al dedillo, con introducción, con nudo y con desenlace.

¿Ya está?

Muy bien. Ahora ponga un celular en el bolsillo del protagonista. No un viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda.

¿Qué pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen la opción de chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de texto? ¿Verdad que no funciona un carajo?

La Niña, sin darse cuenta, me abrió anoche la puerta a una teoría espeluznante: la telefonía inalámbrica va a hacer añicos las viejas historias que narremos, las convertirá en anécdotas tecnológicas de calidad menor.

Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate.

Con un móvil en la canasta, Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria.

Con telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque fuese spam.

Y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de localización de personas de Telefónica.

Y el cerdito de la casa de madera le avisa a su hermano que el lobo está yendo para allí.

Y Gepetto recibe una alerta de la escuela, avisando que Pinocho no llegó por la mañana.

Un enorme porcentaje de las historias escritas (o cantadas, o representadas) en los veinte siglos que anteceden al actual, han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicación. Han podido existir gracias a la ausencia de telefonía móvil.

Ninguna historia de amor, por ejemplo, habría sido trágica o complicada, si los amantes esquivos hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa.

La historia romántica por excelencia (Romeo y Julieta, de Shakespeare) basa toda su tensión dramática final en una incomunicación fortuita: la amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida de verdad. (Perdón por el espoiler).

Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis: M HGO LA MUERTA, PERO NO TOY MUERTA. NO T PRCUPES NI HGAS IDIOTCS. BSO.

Y todo el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se habría evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce hubiera existido la promoción 'Banda ancha móvil' de Movistar.

Muchas obras importantes, además, habrían tenido que cambiar su nombre por otros más adecuados.

La tecnología, por ejemplo, habría desterrado por completo la soledad en Aracataca y entonces la novela de García Márquez se llamaría 'Cien años sin conexión': narraría las aventuras de una familia en donde todos tienen el mismo nick (buendia23, a.buendia, aureliano_goodmornig) pero a nadie le funciona el Messenger.

La famosa novela de James M. Cain -'El cartero llama dos veces'- escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría 'El gmail me duplica los correos entrantes' y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.

Samuel Beckett habría tenido que cambiar el nombre de su famosa tragicomedia en dos actos por un título más acorde a los avances técnicos. Por ejemplo, 'Godot tiene el teléfono apagado o está fuera del área de cobertura', la historia de dos hombres que esperan, en un páramo, la llegada de un tercero que no aparece nunca o que se quedó sin saldo.

En la obra 'El jotapegé de Dorian Grey', Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición.

La bruja del clásico Blancanieves no consultaría todas las noches al espejo sobre 'quién es la mujer más bella del mundo', porque el coste por llamada del oráculo sería de 1,90 la conexión y 0,60 el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.

También nosotros nos cansaríamos, nos aburriríamos, con estas historias de solución automática. Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la literatura (los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas) fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi

Todo ese maravilloso cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad, a contra reloj, porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.

Ya no hay ese apuro cursi, ese remordimiento, aquella explicación que nunca llega; no hay que detener a los aviones ni cruzar los mares. No hay que dejar bolitas de pan en el bosque para recordar el camino de regreso a casa.

La telefonía inalámbrica -vino a decirme anoche la Nina, sin querer- nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante. Las hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.

Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real, no estaremos privándonos de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la vida es aquí y ahora?

No. Le enviaremos un mensaje de texto lastimoso, un mensaje breve desde el sofá. Cuatro líneas con mayúsculas. Quizá le haremos una llamada perdida, y cruzaremos los dedos para que ella, la mujer amada, no tenga su telefonito en modo vibrador.

¿Para qué hacer el esfuerzo de vivir al borde de la aventura, si algo siempre nos va a interrumpir la incertidumbre? Una llamada a tiempo, un mensaje binario, una alarma.

Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido las migas de pan.

Nuestras tramas están perdiendo el brillo -las escritas, las vividas, incluso las imaginadas- porque nos hemos convertido en héroes perezosos.


15 febrero 2010

Ayer ha muerto mi hermana Mely

Lo primero que pensé, lo mismo que cuando la Pelu, mi otra hermana partió en el 2001: están picando cerca los balazos. Y asi anduve, y aún ando, acosado por la rémora de la pena.
Y recordé un par de cosas que quisiera compartir, y de paso aliviar mi congoja, con ustedes, los de siempre.
Un poema de Ricardo Tudela:
Es lástima que la muerte tenga siempre hambre de todo
que devore bosques, montañas, continentes, generaciones,
lechos de amor con esposas castas o infieles,
(¿amor más poderoso que la muerte?),
y que la más atrevida metáfora del corazón humano
pueda burilarse con dos simples palabras:
herrumbre y ceniza...
Sin duda, despertar es tener relaciones
con este grito supremo de toda gran poesía,
es ver no sólo el rostro sino la máscara,
ponerse del color de todos los infortunios,
ir de viaje en contra de todas las filosofías,
manejar la tormenta lo mismo que un cuchillo,
el sexo con todos sus peligros indecorosos,
los viejos y los nuevos cementerios
Como si fueran los desvanes de la casa,
y sin embargo creer en el relámpago, esperar de él tanto como de la vida,
tener coraje para destrozar todos los envoltorios del amor
y ahí mismo buscar el vino puro del corazón humano.
¡Ah, todavía hay alguien sobre la tierra
que construye para mí sueños inmortales.
Pienso en el mar, en los manantiales sin rastro humano,
en las grandes neveras henchidas de soledad cósmica,
en los caminos que nadie ha transitado,
en las nubes que se enamoran de los hombres,
en las plantas carnívoras con su pesadilla de vida y muerte...
Oh, mi poema también se alimenta de sombras,
de ruidos secos,
LAS CIENTO Y UNA - Ricardo Tudela

Un poema de Césare Pavese: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, que les comparto en su idioma original, y luego la traducción.
No es que yo sea versado en el idioma del Dante, ese es mi hermano el Walter, y es justamente en honor a él y a la Fiorella que hago lo que hago trasncribiéndolo en italiano:

Verrà la morte e avrà i tuoi occhi
questa morte che ci accompagna dal
mattino alla sera, insonne,
sorda, come un vecchio rimorso
o un vizio assurdo. I tuoi occhi
saranno una vana parola,
un grido taciuto, un silenzio.
Così li vedi ogni mattina
quando su te sola ti pieghi
nello specchio. O cara speranza,
quel giorno sapremo anche noi
che sei la vita e sei il nulla.

Per tutti la morte ha uno sguardo.
Verrà la morte e avrà i tuoi occhi.
Sarà come smettere un vizio,
come vedere nello specchio
riemergere un viso morto,
come ascoltare un labbro chiuso.
Scenderemo nel gorgo muti.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
del amanecer a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una palabra vana,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando te inclinas hacia ti misma
en el espejo. Oh amada esperanza,
aquel día también nosotros sabremos
que eres la vida y eres la nada.

Para todos la muerte tiene una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como ver en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar un labio cerrado.
Descenderemos mudos en la vorágine.

Pero, también recordé que aún nosotros estamos vivos. Respiramos, reímos, tenemos miedo y lo soslayamos y seguimos... "vamos pa'lante. que empujan de atrás".
Por ello, esta canción de Víctor Heredia.
Nada sé de la muerte

Nada sé de la muerte / me interesa la vida,
aunque a veces me roce / con su mano tendida
la parábola extrañade una hoja caída.
Son retazos del tiempo /que se empeña en su oficio
de pasar como el viento / susurrando a mi oído
que este día infinito /se desploma marchito.

Y aunque sea sólo un instante / de dolor desmedido
este paso anhelante / por el mundo y su olvido,
pasaré como el toro / con los ojos bravíos.
No conozco otro modo / de ganar lo que es mío.
Porque de esta manera soy un hombre más vivo,
huelo la primaveray oigo cantar al río.
Quiero sólo lo nuestrolo que es justo y debido;
para eso peleopara eso he nacido.
Quiero sólo lo nuestrolo que es justo y debido;
para eso peleo,para eso he nacido.

Podría seguir argumentando, escribiendo y compartiendo. Pero no quiero pesadear. Gracias por esa mano en el hombro que voy a sentir cuando cada uno de ustedes lea esto. a.,


11 febrero 2010

Se acuerdan de Menchi Sabat??










HACE TIEMPO

Anduve buscando un largo tiempo este poema que sólo guardaba fragmentos en mi deteriorada memoria. Lo repetía a guisa de ejercicio. Ahora lo comparto. Disfruten de un poema de Carlos Di Fulvio que se llama: "Pena del Vidaliterio", creo.
Si equivocado estoy no digas nada
Yo soy el que enfrenta con la duda
y anda en un aire lento de guitarras
vidalitero pálido de música, vidalitero triste
hondero pampa solitario hasta el hueso
que en procura de un eco prisionero en la distancia
suelta palomas que no vuelven nunca.
Que no pueden volver, pues la guitarra
tiene la voz conforme a la ternura
y sólo el que se acerca desentraña la gravidez secreta de sus curvas.
Y el decir es dolor. Cada mañana

se despierta la voz joven y pura
y cada noche se duerme desgarrada
por la espina sutil de las preguntas.

Yo canto en el desierto. Nadie pasa cerca
de mis chilcales y de mis tunas.
Nadie se acerca tanto a mi guitarra
y que entibie sus palomas moribundas.
Y ya se me han perdido tantas cartas...
Las enseñé a volar una por una
y a la vuelta del tiempo he reencontrado
las cartas rotas y las alas truncas,
no obstante, cuando pasa solitaria la noche
en la piragua de la luna
me encuentra siempre y siempre
retornando descarriadas palabras a su música

Recibí con el ser esta porfiada vocación
de alumbrar, honda y oscura.
No se me dio más luz que un solo rayo
y el dueño de la luz casi me alumbra.
Sin embargo camino, sin embargo
rescato, mi guitarra de las brumas
y me resigno a ser crucificado
siendo la cruz del sur martirio y brújula.
Tiene que ser así. Vamos andando.

De tantas cartas ha de haber una
que encuentre al fin la puerta del cercado
y entre a girar sin pausa y sin premura.
Bastará que una llegue.
Mientras tanto,peregrino en el tiempo de mi música,
proseguiré hasta el pie de las auroras a reclamar mi luz
Quiero hacer una canción fundamental
para los hombres que esperan mi canción.
He de hacer una.

Alguna vez sentí la melodía.
Alguna vez la presentí desnuda,
palpitando a orillas del silencio como una estrella.
Alguna vez. Alguna.
Pero esa vez... se la llevó el pampero.

El ronco viento pampa arreando lluvias
la alzó en el anca gris de la tormenta
y la violó en su toldería oscura.
Desde entonces la nombro
Desde entonces la llamo: estrella !!
Y no me alumbra.
Cómo entonces. Señor, conformarme c

con los bichos de luz de tus llanuras?

A veces, puesto en hombre, y de a caballo,
blasfemé con la voz de mi amargura.
Y a veces, en gurí, maté luciérnagas
por saber si es mi luz esa que ocultan.
Tengo entonces las manos luminosas

de asesinar la candidez sin culpas.
Ya soy más bien que un hombre, una luz mala.
Más que una concreción, soy una angustia.

Si equivocado estoy no digas nada.
Yo soy el que enfrenta con la duda
y anda en un aire lento de guitarras
vidalitero pálido de música, vidalitero triste
hondero pampa solitario hasta el hueso
que en procura de un eco prisionero en la distancia
suelta palomas que no vuelven nunca.

07 febrero 2010

HISTORIA FAMILIAR


EL 27 de Julio de 1902 la Suprema Corte de Justicia de Mendoza informa al Poder Ejecutivo que ha re­suelto aplicar, por primera vez la pena de muerte. Tal "halago" recae en el asesino de la familia Elías.
El gobernador de la provincia resuelve no hacer uso del derecho cons­titucional de convertir la pena máxima en prisión perpetua.
El primero de septiembre, agotadas todas las instancias legales, Juan Rodríguez es informado de su muerte. De inmediato se lo coloca en ca­pilla, con grillos que le impedían todo movimiento, veinte guardias a la vista y un sacerdote para que lo conforte. Por la ciudad circulaba una hoja escrita por los detractores de la pena de muerte. Gente de toda laya hacía cola frente a la celda número nueve del condenado para verle y desearle suerte. Por la tarde le cebaban mate y le permitieron la noche antes de morir, elegir la cena: pollo al horno, asado de ternera, postre, vino y café. Una cena que el condenado Rodríguez nunca había tenido en toda su vida de bandolero y asesino.
Cuando ya estaban listos los mejores tiradores de la penitenciaría de Mendoza, llega el juez de turno ordenando la detención de la ejecución ya que el gobernador había decidido rever su posición ante el envío de un telegrama del presidente la Nación y la presión popular que a me­dida que se acercaba la hora se hacía más intensa. Rodríguez sobrevi­vió, pero las horas de tensión terminaron de alterar sus facultades mentales. Y quien acompañó al asesino en su prisión sin moverse de su lado un momento fue Pedro Ureta, el cuatrero más famoso de Mendoza.
En 1901, la policía de San Rafael se declara impotente para combatir el cuatrerismo que asuela la región. Ureta escapaba una y otra vez del te­rritorio provincial. Iba de Mendoza a Neuquén transportando el pro­ducto de sus robos, que, como un Robin Hood de estos lares repartía entre una población cada vez más hambreada y cercada por problemas económicos. Ningún vecino de la zona aceptaba colaborar con los agentes del orden, todos aseguraban que por sus tierras no había pa­sado aun cuando en muchos casos había buscado refugio en sus casas pero la delación no era parte del estilo de vida de aquellos pobladores que día a día debían luchar con el frío, la nieve, la escasez de alimentos. Pedro Ureta era uno de ellos, como tantos otros se había dedicado al cuatrerismo, harto de las injusticias y del trabajo ni siquiera pagado con vales.
En una de sus huidas es atrapado por las fuerzas mendocinas y, ante los golpes que recibe para que confiese para quien trabaja, se rinde y explica que sus protectores son el gobernador de Neuquén y el jefe de la policía de la misma provincia. Logra escapar, se supone con la ayuda de algunos policías que están de su parte y un año después se juega la vida presentándose en la comisaría para acompañar a su compadre Ro­dríguez en sus últimas horas. Algunas canciones de entonces los elevan a la categoría de héroe popular y rescatan su sentido de la justicia, su hombría y su coraje para enfrentarse con las corruptas autoridades de empresas extranjeras que explotaban el suelo nacional.
Pedro Ureta era discípulo del famoso gaucho Cubillos, prófugo de la pe­nitenciaría y con la captura recomendada más de una vez. Su zona de influencia era el actual departamento de Las Heras y lo buscaban por robo de animales, lesiones varias y homicidios.
Cubillos como tantos otros que no alcanzaron la fama. Sólo mataba por necesidad y en defensa propia. Estuvo en la comisaría de Las Heras hasta 1894; el comisario, harto de su rebeldía, decidió su traslado a la penitenciaría de la ciudad. El gaucho Cubillos aprovechó la oportuni­dad, y una vez más se fugó de la justicia. Murió en la miseria, rodeado por paisanos del interior de la provincia que le brindaron un refugio y comida. Pasó su vida huyendo. A tal punto su figura está asociada a la justicia y al pueblo, que en 1926 termina de construirse la sepultura costeada por una suscripción popular y desde entonces a la fecha, siempre hay flores frescas en su tumba y cientos de personas se llegan hasta ella en busca de consuelo, consejo y ayuda.
La leyenda popular les ha dado un lugar en la historia de Mendoza. Quizás sea por que las clases dirigentes no han sabido ofrecer un mo­delo ético que se iguale con la vocación de Robin Hood de estos cuatre­ros obligados por las circunstancias y cercados por la realidad.


Firmado por M. Felicitas Jaime y aparecido con el nombre de DOS BANDOLEROS, DOS en el suplemento LA REVISTA DEL DOMINGO del diario HOY, del domingo 14 de Agosto de 1988.

Se hace necesario aquilatar que ese Sr. PEDRO URETA era mi abuelo, del cual tengo un vago recuerdo: A raíz de alguna que otra desavenencia con la abuela, Don Pedro pasaba algunas temporadas en la casa de alguna de sus hijas, una de las cuales era la Pila, es decir, mi madre.
El viejo era riguroso, pero creo recordar –para ser justos– alguna que otra ter­nura. Pero su severidad se ponía de manifiesto en el momento que mis amigos iban a buscarme para salir a jugar.
Yo tenía que pedir permiso al abuelo. Entonces él buscaba un tarro o un frasco donde había ido guardando los clavos torcidos, usados que encontraba por ahí, sacaba un puñado y lo dejaba en el piso. La condición sine-quanon para de­jarme salir era que tenía que enderezar aquel manojo que a mí se me antojaba numerosísimo.
Él no se oponía a que mis amigos me ayudasen. Es más, con en tiempo com­prendí la lección escondida detrás de aquel gesto: la solidaridad, la ayuda mu­tua.
Como evocación adicional podría agregar la imagen de una barra de chicos (El Petiso, el Querubín, el Pelado, y alguno que otro de merecida recordación) con la cola para arriba, munidos de martillos que algunos habían ido a buscar a sus casas, otros con piedras más grandes que sus manos, dándose golpes en los dedos tratando de enderezar los clavos de la tarea encomendada a uno de ellos, en este caso a mí.

Pero no estoy seguro si ese recuerdo es tal o un mero producto de la nostalgia de aquella niñez en la vieja casa de la calle Olascoaga al setecientos cuando todavía era de tierra y en "la Mitre" a esa altura subsis­tían los carolinos y el pavimento era angosto.
Permítaseme firmar con mi nombre y mis dos apellidos, entonces
.

Alfio A. Araujo Ureta