15 febrero 2009

EPITAFIO

Epitafio: (Del lat. epitaphĭus, y este del gr. ἐπιτάφιος, sepulcral). Inscripción que se pone, o se supone puesta, sobre un sepulcro o en la lápida o lámina colocada junto al enterramiento.
Resulta que, de vez en cuando, uno cae en cuenta que este aire que respira, este cuerpo que padece y sufre y goza y descuida, es solamente un envase retornable, y que, llegada la hora de de entragar los botines y marcharse a las duchas celestiales (o del averno, cualquiera sea el caso), tiene que dejar, al menos un recuerdo, un gesto para ser recordado con una sonrisa y no con una puteada. Uno descubre que no es el único. Miren sino, lo que escribió Rufino Blanco Fombona, poeta venezolano, reporteado por Norberto Galasso para la revista crisis nº 22 de febrero de 1975. Este texo corresponde al libro "Camino de Imperfección", (diario de la vida).

Epitafio
Quisiera, al morir, poder inspirar una pequeña necrológica por el estilo de la siguiente:
Este hombre, como amado de los dioses, murió joven. Amó campos, ríos. fuentes; amó el buen vino, el mármol, el acero el oro; amó las núbiles mujeres y los bellos versos. Despreció a los timoratos, a los presuntuosos. A los mediocres. Odió a los pérfidos, a los hipócritas, a los calumniadores, a los venales, a los eunucos y a los serviles, Se contentó con jamás leer a los fabricantes de literatura tonta. En medio de su injusticias, era justo. Prodigó aplausos a quien creyó que los merecía; admiraba a cuantos reconoció como superiores a él y tuvo en estima a sus pares. Aunque a menudo celebró el triunfo de la garra y el ímpetu del ala, tuvo piedad del infortunio hasta en los tigres. No atacó sino a los fuertes. Tuvo ideales y lucho y se sacrificó por ellos. Llevó el desinterés hasta el ridículo. Sólo una cosa nunca dio: consejos. Ni en su hora más tétrica le faltaron de cerca o de lejos la voz amiga y el corazón de una mujer. No se sabe si fue moral, inmoral o amoral. Pero él se tuvo por moralista a su modo. Puso la verdad y la belleza –su belleza y su verdad– por encima de todo. Gozó y sufrió mucho espiritual y físicamente. Conoció el mundo todo y deseaba que todo el mundo lo conociera a él. Ni emperiatorista ni acrático, pensaba que la tolerancia y la inteligencia deben gobernar los pueblos y que debía ejercerse un máximo de justicia social, sin privilegios de clases ni de personas. Cuanto al arte, creyó siempre que se podía y se debía ser original, sin olvidarse del nihil novum sub sole. Si vivire fue ilógico, su pensar fue contradictorio. Lo único perenne que tuvo parece ser la sinceridad, ya en la emoción ya en el juicio. Jamás la mentira mancilló sus labios ni su pluma. No le temió nunca a la verdad, ni a las consecuencias que acarrea. Por eso afrontó puñales homicidas, por eso sufrió cárceles largas y larguísimos destierros. Predicó la libertad con el ejemplo: fue libre. Era un alma del siglo XVI y un hombre del siglo XX.
Descanse en paz, por la primera vez. La tierra, que amó, le sea propicia.
Algunos epitafios escritos por quienes ocupan la tumba que adornan:
"Si queréis los mayores elogios, moríos." Epitafio de: Enrique Jardiel Poncela
"Ya decía yo que ese médico no valía mucho." Epitafio de: Miguel Mihura, escritor de comedias.
"Voy y Vuelvo"Epitafio de: Nicanor parra, antipoeta chileno-

14 febrero 2009

SOBRE LOS PÁJAROS

Después de haber descubierto ese sitio donde se puede ser generoso y disfrutar de la generosidad de los otros llamado Goear, aprendí a subir la música que yo tengo y que voy a utilizar para ilustrar sonoramente mis-estos aportes. (No. No nos hemos divorciado con el Walter... démosle tiempo, ya va a reaparecer). En este caso se trata de volver sobre Antonio Esteban Agüero y un poema que no es muy conocido y habla de LOS PÁJAROS.

LOS PÁJAROS
haced silencio ahora, un silencio profundo,
detened los relojes,
las máquinas, los trenes,
para que pueda abrirse mi canto sobre el mundo,
mi canto de los pájaros, esos mágicos seres.

apagad los clarines que inician las batallas,
acallad los tambores que acompañan la muerte,
dejad que me comprendan obreros y soldados,
y los niños que yacen bajo grises paredes.

para vosotros digo mi canto de los pájaros,
para vosotros taño mi vieja flauta verde
la que una vez, de niño, corté en la cañavera
junto al sereno río con álamos y peces.

de los azules dedos de Dios, en la mañana,
han salido las cosas, han brotado los seres,
pero del alma misma de Dios, de su mirada,
han nacido las formas de las aves silvestres.

bajo la suave y tibia penumbra de esta noche
yo los nombro, y la luz nace en mí, de repente,
porque las aves traen el cielo hasta nosotros
más que todos los rezos rezados por las gentes.

ningún milagro tuvo más noble jerarquía,
ningún milagro, nada, más hermoso que éste:
que la pesada carne que todos compartimos
sea flor en el aire, sea música y vuele.

Beethoven niño iba paseando entre los bosques
que el ancho rhin duplica en su espejo luciente,
y negros ruiseñores bajaban por su oído
hasta el lugar del pecho donde mana la fuente.

Chopin, con suaves dedos gastados por las teclas,
-sobre la sien un bucle de pelo adolescente-,
recogía los trinos brillantes de la alondra
para que luego el piano cantase dulcemente.

¿de dónde Bach obtuvo la fuerza de su canto?
¿dónde aprendió su clave de arpegios celestes?
¿qué río de pinzones, qué vientos de estorninos
hasta las puras manos bajaban de su frente?

Francisco, el poverello de Asís, los comprendía,
las tórtolas recuerdan su olor a hierba leve,
sus grandes, claros ojos de lágrima y gacela,
y su voz como sombra de encina y roble verdes.

Guillermo Enrique Hhudson vivió en su compañía
en pampas argentinas o en boscajes ingleses,
buscando el paraíso guardado por el ángel
lo encontró en las criaturas aladas y silvestres.

vosotros hombres fríos, de labios apretados,
odiados, por el fuego, por el mar, por la nieve,
destructores de vida, cavadores de fosas,
sabed que en toda fronda habrá pájaros siempre.

Y disfruten de un juglar llamado Mario Díaz y este tema maravilloso que habla de los depredadores de dos patas que asolan el monte y saquean sus trinos para luego vender ese maravilloso canto, enjaulado. Por una pocas monedas.


12 febrero 2009

"Yo no quiero morir..."

Yo no quiero morir. Es imposible
que yo pueda morir mientras la vida
siga viva en jilgueros y caballos.

Si yo siento la vida deliciosa
como un río de abejas -en febrero,
locas de sol- por las profundas venas.

Si yo tengo mi voz en la garganta,
mi voz plena de nombre, abarcando
el contorno y la esencia de las cosas.

o no quiero morir. Si el mundo nace
cada día de mí como los niños
de la entraña madura de sus madres

Si los árboles nacen de mis ojos;
y las suaves mujeres de mis manos;
y la música nace de mi oído.

Yo no puedo morir, que soy la Vida
porque tengo en los pulsos prisionera
una ardiente pareja de palomas.

¿Y he de morir? ¿He de dejar la tierra
con sus prados y bosques musicales,
con sus aguas, con su fuego rojo?

¿Con sus ciudades y sus barcos negros,
con sus caminos y sus trenes largos,
con la muchacha de color de arena
cuyo cuerpo es un cálido racimo?


De “EL POEMA DEL PREGÓN” de ANTONIO ESTEBAN AGÜERO

Antonio Esteban Agüero nació en Piedra Blanca (San Luis) el 7 de Febrero de 1917 y murió en San Luis el 18 de Junio de 1970.
Su vocación literaria se manifestó a temprana edad, los pri­meros relatos y poemas datan desde sus quince años. Poeta y prosista obtuvo distinciones por varios de sus trabajos: "Re­trato de un dama" obtuvo el 1º Premio de Poesía y Medalla de Oro, 1947, de la Dirección General de Cultura de Córdoba, "Las cantatas del árbol" y "Romancero de niños" fueron galar­donados con el 1º Premio Nacional de Literatura Regional, máxima distinción a que puede aspirar un escritor residente en el interior del país.
En 1960 el diario "Clarín" de Buenos Aires otorgó al poeta, por voto unánime de los tres jurados que fueron: Jorge Luis Borges, Enrique Larreta y Fermín Gutiérrez, el premio del Sesquicentenario de la Revolución de Mayo a su poema "Un hombre dice a su pequeño país".
Un tipo de este tamaño no puede morir. De hecho, sigue vivo cada vez que alguien como mercedes sosa canta esa maravilla que musicalizó Peteco Carabajal: "Digo La Mazamorra".


Como colofón, y para no aburrir, les dejo otra de sus maravillas. Se trata de su poema "Digo El Llamado", poema que cada vez que visito el monumento al Pueblo Puntano, me emociono hasta las lágrimas (no es un eufemismo: me emociono hasta las lágrimas) con este capítulo de la historia contado con ese ritmo y esa sencilla pasión por exaltar la generosidad de un pueblo que no tenía casi nada y que dió todo ante el pedido del General San Martín. Disfrútenlo:

Digo el llamado

Y después en caballos redomones
que urticaba la prisa de la espuela
galoparon los Chasquis por las calles
de la ciudad donde Dupuy gobierna,
conduciendo papeles que decían:
“el General de San Martín espera
que acudan los puntanos al llamado
de Libertad que les envía América”
Y firmaba Dupuy, sencillamente,
con la mano civil y la modestia
de quien era varón republicano
hasta el cogollo de la misma médula.

Y los Chasquis partieron con el poncho
como un ala flotando en la carrera,
hacia todos los rumbos provinciales
por los caminos de herradura o huella,
ignorantes del sol y la fatiga,
sin pensar en la noche o la tormenta;
llegaron hasta el Morro por la tarde,
y por el alba cabalgaron Renca,
y entregaron mensajes en La Toma,
en La Carolina y La Estanzuela,
en las villas de Merlo y Piedra Blanca,
en el Paso del Rey y Cortaderas,
en Nogolí también y San Francisco,
en cada población y en cada aldea,
y en estancias y oscuras pulperías
y en velorios, bautizos y cuadreras,
dondequiera paisanos se juntaran
en solidaria diversión o pena.

Y los hombres dejaban el arado,
o soltaban azada o podaderas,
o la hoz que segaba los trigales,
o la taba o el truco en la taberna,
o el amor de las jóvenes esposas,
o la estancia feudal, o la tapera,
o el cedazo que el oro recogía
cuando lavaban misteriosa arena,
o el telar, o los muros comenzados,
o el rodeo de toros en la yerra,
para ir hasta el valle de las Chacras
donde oficiales anotaban levas.
Y hasta había mujeres que llegaban,
con vestidos de pardas estameñas,
al umbral de Dupuy para decirle:
“Vuesa Merced conoce mi pobreza,
yo no tengo rebaños ni vacadas,
ni un anillo de bodas, ni siquiera
una mula de silla, pero tengo
este muchacho cuya barba empieza”

De Mendoza llegaban los mensajes
breves, de dura y militar urgencia:
“Necesito las mulas prometidas;
necesito mil yardas de bayeta;
necesito caballos; más caballos;
necesito los ponchos y las suelas;
necesito cebollas y limones
para la puna de la Cordillera;
necesito las joyas de las damas;
necesito más carros y carretas;
necesito campanas para el bronce
de los clarines; necesito vendas;
necesito el sudor y la fatiga;
necesito hasta el hierro de las rejas
que clausuran canceles y ventanas
para el acero de las bayonetas;
necesito los cuernos para chifles;
necesito maromas y cadenas
para alzar los cañones en los pasos
donde la nieve es una flor eterna;
necesito las lágrimas y el hambre
para más gloria de la Madre América...”

Y San Luis obediente respondía
ahorrando en la sed y la miseria;
río oscuro de hombres que subía;
oscuro río, humanidad morena
que empujaban profundas intuiciones
hacia quién sabe qué remota meta,
entretanto el galope levantaba
remolinos y nubes polvorientas
sobre el anca del último caballo
y el crujido final de las carretas.

Y quedaron chiquillos y mujeres,
sólo mujeres con las caras serias
y las manos sin hombres, esperando...
en San Luis del Venado y de las Sierras.

Antonio Esteban Agüero

Les prometo, en otro aporte a este blog, contarles lo que pensaba este Poeta con respecto al mate. Por ahora les digo buenas noches. Muchas gracias por la atención dispensaba. (a.,)

09 febrero 2009

APUNTES ACERCA DE UNA MALA MUJER

En la edad de oro del potrero, cuando lograban su apogeo la gambeta, el caño y la pared, también existían enemigos del fútbol atorrante que preocupaban a los iracundos habitantes del baldío. El más peligroso de todos era ese oscuro per­sonaje de la geopolítica barrial: la vieja de al lado.
La mujer tenía rasgos característicos que la diferenciaban de las demás viejas del barrio. Por ejemplo, su enagua superaba siempre dos centímetros la línea de la pollera. La escoba -con la que se empeñaba en barrer tres veces por día la ve­reda- estaba completamente gastada. Pero diferencia esencial era su vecindad con la canchita.
La casa estaba separada del campo de juego por una pared protegida por filosos culos de botellas, que impedían el acceso directo. Un patio lleno de macetas de frágil resistencia a los pelotazos, un limonero y la infaltable planta de nísperos formaban parte de la escenografía que definía el fondo de la casa, lugar desen­cadenante de la tragedia.
El picado se desarrollaba sin sobresaltos hasta que alguien, embebido en el fra­gor del entrevero, "colgaba" la pelota del otro lado de la tapia. El suceso provo­caba la inmediata descalificación moral de la madre del shoteador por parte de sus compañeros, expresada con una admirable capacidad de síntesis. El respon­sable del remate, según cierta regla de honor de origen desconocido, era el en­cargado de recuperar el balón. Su tarea consistía en detenerse frente a la puerta de entrada de la vivienda y golpear repetidamente las manos. El llamado era acompañado, generalmente, por el ladrido histérico del "Buqui", pertinaz can­cerbero de la morada. Luego de varios minutos, una voz pastosa y ronca, que denunciaba un reposo recién abortado, interrumpía los aplausos. "Mocoso de porquería !" ¿No saben que es la hora de la siesta? La pelota no la ven nunca más!" Un portazo daba por concluido el "diálogo" y, consecuentemente, el par­tido.
Ya nada podía consolar al Gordo, incondicional dueño del balón, quien recla­maba entre sollozos: "Pierde garpa, viejo, pierde garpa".
El destino final de la redonda soportaba las especulaciones más audaces. La tesis de mayor consenso entre los damnificados sostenía que la pelota era reba­nada en gajos por la arpía con la cuchilla de cortar la carne. Los más atrevidos aseguraban que la ceremonia sólo se llevaba a cabo las noches de luna llena.
El hecho tuvo consecuencias que influyeron de manera ostensible en el desa­rrollo de los picados posteriores. El temor ante la pérdida del elemento de juego obligaba a los participantes a esmerarse en los pases certeros, jugados con pe­lota a ras del suelo. La práctica consecuente de esta conducta puede verse refle­jada hoy en los estadios del fútbol profesional. Allí es fácil distinguir quienes surgieron de un, digamos, potrero-vieja-de-al-lado, de quienes no responden a ese origen y todavía siguen pegándole de punta y para arriba.
Las repercusiones del conflicto no fueron solo deportivas. El rencor acumulado por los atorrantes contra la figura de la mujer hacía eclosión en la época navi­deña, cuando los punitivos rompeportones destrozaban la corona de muérdago que colgaba de la puerta de su casa. La utilización de la canilla del jardín para inflar bombitas de agua o el saqueo sistemático de nísperos eran otras formas de ejecutar la venganza.
Pero había una circunstancia inexplicable, la repetición del fenómeno en todos los barrios de las grandes ciudades del país. Eduardo Rafaelli, brillante insai izquierdo del Club Atlético Liniers e hijo dilecto de los potreros de la zona, re­cuerda su experiencia. "Nosotros desechábamos terrenos de inmejorables con­diciones para la instalación de una canchita porque no lindaban con la casa de una mujer entrada en años, de gesto adusto y reconocido mal carácter." La sim­biosis era evidente, diría un psicólogo apresurado.
Lo único seguro es que estas historias han dejado de suceder. El potrero ha muerto de progreso y su fantasma mistongo languidece en los picados domin­gueros de los parques públicos. En esos lugares, todavía puede verse a algunos nostálgicos que, por las dudas, la siguen jugando pegada al piso.

Sergio Ranieri

08 febrero 2009

Cuadernos de todo y nada

"Todo se ha escrito, todo se ha dicho, todo se ha hecho, oyó Dios que le decían y aun no había creado el mundo, todavía no había nada.
También eso ya me lo han dicho, repuso quizá desde la vieja hendida Nada. Y comenzó. Una frase de música del pueblo me cantó una rumana y luego la he hallado diez veces en distintas obras y autores de los últimos cuatrocientos años. Es indudable que las cosas no comienzan cuando se las inventa. O el mundo fue inventado antiguo. "


"Puedo asegurar que estoy tan triste mientras escribo encerrado en habitación inadornada, sin nada que llame o acompañe, en esta pieza que nada me dice, solitario a estas horas del anteamanecer en que todo habla de extenuación, de la vida en muerte, del deseo cansado de no volver a la vida, de haber concluido, que siento miedo de saber que tengo un nombre, que soy humano y existo. ¡Qué soledad terrible! ¿Qué estas, Vida, tejiendo conmigo que tanto seguí y te comprendo? Y tú, dulce criatura, pecho de todo amor, dolorida juventud, flor sin sol, niña que ya dejó sin sueños la vida, incomprendida por los malos, inadvertida por los buenos atareados, ¡qué soledad valerosa la tuya, Adriana, que no tienes siquiera la pluma para envanecerte de quejas como yo en mis cobardías! ¡Adónde voy cayendo! Mis páginas serán siempre veraces. No habrá una de ellas sin el nombre de Adriana, que es mi verdad, sin mi sufrir, que no puedo vencer, sin las fábulas forzadas con que procuro defenderme, hacerme querer de la Vida optimista. En esta desierta hora y abandono, tan débil, tan vencido soy que estoy escondiéndome de todo, porque cualquier cosa que me tocara, una mariposa que volara, un papel que cayera al suelo me derrotaría; si sólo viera escrito mi nombre en algún sobre... ¡Si es sólo el temor de caer más, solo aquí, que me contiene! ¿Hubiera imaginado yo ir cayendo así desde hace tres años, a esta tenuidad, a esta nada de cosa humana tan exangüe que el saber que tengo un nombre entre los sueños y los vivires es un miedo para mí...? (...)
__**__
Al leer ese texto se me dispararon una infinidad de sentimientos y se me despertaron un montón de pájaros en la memoria, solamente conocidos por el Walter y yo, y eso nos hace cómplices y responsables (entre otra cosas) de La Sopapillla. Me dije: ¿podré compartir sin mancillar ese recuerdo, y sin develar demasiado el misterio para que siga siendo tal? Después de todo ¿qué son los recuerdos?¿Son nuestros verdaderamente? ¿Los recordamos tal y como fueron? ¿O los adornamos, acomodamos, poniéndoles y sacándoles cosas para poder recrearlos como nos hubiese gustado que fueran? Entonces recurrí a esa –cuándo no –Biblia contemporánea llamada Joan Manuel Serrat. Encontré esto:

Sigo leyendo a Macedonio en la página mencionada, y llego a esto:
Desde el silencio a que retorno, desde las sombras de las cuales no salí nunca para ti, yo que no habité, no habitaré nunca tu camino, que no conoceré nunca el son de tu voz, tus risas, ni miraré tus lágrimas, que no seré nunca una imagen en tu retina ni un pensamiento en tu alma, pero que te he conocido en un instante tan plenamente como si fueras una obra de mi deseo, yo que no creo en la muerte de los que aman, ni en la vida de los que no aman, te digo lo que no me oirás nunca, y que ya sabes: que es imposible que no seas feliz. Y, sin embargo, nos encontraremos; no aquí en la fantasmagoría terrena, sino en la eternidad del yo indestructible, continuo y consciente de su eterna continuidad pasada y a transcurrir. ¡Nos hemos conocido y amado, cuántas veces! "
Nuevamente Serrat para dar sólo una pista en lo referente a la razón de estas líneas y a uno de los fundamentos de esta hermandad que supera largamente ya las tres décadas.



Gracias: sigamos con el disparador de este aporte, Macedonio Fernández, que fue un humorista sutil que comenzó a replantearse cuestiones cruciales sobre la naturaleza del lenguaje, la escritura, el conocimiento, la representación. Planteó de modo anticipatorio la cuestión de los géneros y los conceptos de obra abierta e intertextualidad. Propuso la construcción de un universo novelístico complejo aunque terminó legando una deliberada e insólita operación de escamoteo de esa posibilidad.
La constante interpelación de los textos de Macedonio provoca la existencia de un lector activo y liberado de las tensiones culturales del autor y del narrador omnisciente. Intentó con el Museo de la novela de la Eterna construir una obra en la que “el lector será por fin leído”.
Y todo por que me asaltó de pronto la inquietud de saber quien había muerto o nacido un 10 de febrero, fecha en que publico este aporte, y descubrí que era nada menos este escritor que falleció el 10 de febrero de 1952 y que se constituyó como un referente del modernismo y de la vanguardia en su época.


no me lleves a sombras de la muerte
adonde se hará sombra mi vida,
donde sólo se vive el haber sido.
no quiero el vivir del recuerdo.
dame otros días como éstos de la vida.
oh no tan pronto hagas
de mí un ausente
y el ausente de mí.
¡que no te lleves mi hoy!
quisiera estarme todavía en mí.

hay un morir si de unos ojos
se voltea la mirada de amor
y queda sólo el mirar del vivir.
es el mirar de sombras de la muerte.
no es muerte la libadora de mejillas,
esto es muerte. olvido en ojos mirantes.

Hay Un Morir (Macedonio Fernández)