27 abril 2011

MI MADRE NO COCINABA SIN ORÉGANO

Estaba cocinando un tuquito enb el más puro estilo de mi madre y de la madre de mihermano Walter. Ellas no cocinaban si orégano. Y me acordé de este poema de Pablo Neruda. Se los regalo:

Cuando aprendí con lentitud

a hablar

creo que ya aprendí la incoherencia:

no me entendía nadie, ni yo mismo,

y odié aquellas palabras

que me volvían siempre

al mismo pozo,

al pozo de mi ser aún oscuro,

aún traspasado de mi nacimiento,

hasta que me encontré sobre un andén

o en un campo recién estrenado

una palabra: orégano,

palabra que me desenredó

como sacándome de un laberinto.

No quise aprender más palabra alguna.

Quemé los diccionarios,

me encerré en esas sílabas cantoras,

retrospectivas, mágicas, silvestres,

y a todo grito por la orilla

de los ríos,

entre las afiladas espadañas

o en el cemento de la ciudadela,

en minas, oficinas y velorios,

yo masticaba mi palabra orégano

y era como si fuera una paloma

la que soltaba entre los ignorantes.

Qué olor a corazón temible,

qué olor a violetario verdadero,

y qué forma de párpado

para dormir cerrando los ojos:

la noche tiene orégano

y otras veces haciéndose revólver

me acompañó a pasear entre las fieras:

esa palabra defendió mis versos.

Un tarascón, unos colmillos (iban

sin duda a destrozarme)

los jabalíes y los cocodrilos:

entonces

saqué de mi bolsillo

mi estimable palabra:

orégano, grité con alegría,

blandiéndola en mi mano temblorosa.

Oh milagro, las fieras asustadas

me pidieron perdón y me pidieron

humildemente orégano.

Oh lepidóptero entre las palabras,

oh palabra helicóptero,

purísima y preñada

como una aparición sacerdotal

y cargada de aroma,

territorial como un leopardo negro,

fosforescente orégano

que me sirvió para no hablar con nadie,

y para aclarar mi destino

renunciando al alarde del discurso

con un secreto idioma, el del orégano.


No hay comentarios: