24 noviembre 2008

UN VINITO DE AQUELLOS

Soporífero Corchea era un hombre tomador de todas las bebidas y famoso por el aguante. Un hombre que entraba a chupar, y dejaba el tendal contra los mostradores. En el asunto de mantener la vertical sin hamacarse, humillaba. Una vuelta cayó por el boliche El Resorte. Alardeando llegó, y criticando.
En este boliche la bebida es floja como el agua de los fideos.
Nadie le dijo nada pa evitar cuestiones, pero el tape Olmedo le puso una damajuana de vino arriba del mostrador y lo invitó. Era un tinto que la gente del boliche tanto lo usaba pa una fiesta como pa pintar exteriores. Especial pa curar bicheras, pa matar hormigas, pa olvidar las penas o pa sacarle la herrumbre a los fierros comidos por la humedá. Como quien dice, un vinito multi-uso.
Soporífero Corchea miró la damajuana como sobrándola. Despreció el vaso que le ofrecieron y pidió un jarro. Lo llenó de vino hasta los topes, le hizo una guiñada a la Duvija de puro canchero, y se lo tomó. Lo primero que sintió fue una sensación como si por el garguero le fuera bajando una tropa de cascarudos con zapatos de trepar a las montañas. Pensó que además del vino, se estaba tragando pedazos del jarro de aluminio Mariposa.
Era un vino que antes de llegar a destino le hacía sonar la campanilla como alertando sobre el peligro, pero ya era tarde. El estomago de Soporífero Corchea estaba hecho a todos los rigores, era sufrido y aguantador, y como el hígado, sabía soportar todo tipo de ataque de a traición. Pero aquello era otra cosa. Era algo desconocido. Algo que ninguna barriguita era capaz de soñar que un día pudiera pasarle.
Uno sabe qué es el pánico, uno ha escuchado historias de terror, uno es capaz de imaginarse la calcinante fogata del infierno, uno alguna vez se reventó una uña con el martillo y tiene una idea del espanto, uno sabe muchas cosas, pero mientras no sepa lo que es recibir aquel vino en los interiores, no sabe nada de nada.Y a Soporífero Corchea, así como le caía el líquido le subían los vapores, con efectos varios. Primero se le reviraron los ojos. Con el derecho miraba el techo y con el izquierdo veía entrar una pareja de elefantes rosados a lunares. Después le rechinaron los tobillos, empezó a escuchar redobles de tambores australianos, se le marchitó una oreja, y por primera vez en su vida habló en alemán. Pa la madrugada salió, chiflando en búlgaro y jugando al rango solo.
–¿Y cómo es que a la gente del Resorte no le produce semejantes efectos?.–Es que lo toman pensando en otra cosa.
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Julio César Castro (JUCECA)
Se hizo humorista en 1959 libretando programas radiales para actores de la Comedia Nacional: Alberto Candeau, Enrique Guarnerio, Nubel Espino, Juan Manuel Tenuta, etc.
En 1962 crea su personaje “Don Verídico”. En los inicios de la década del setenta, escribe para el semanario “Marcha”, la revista “Misia Dura”, y varios diarios montevideanos. Su cuentos han sido publicados por las editoriales Arca, Calicanto e Instituto Nacional del Libro de Uruguay, y Ediciones de la flor e Imaginador de Buenos Aires.
Fue colaborador permanente de la revista literaria “Crisis”, de Buenos Aires, dirigida entonces por Eduardo Galeano, así como en las revistas “El Porteño”, “Siete Días”, “Folklore”, etc. En la revista “Guambia” de Montevideo publico distintas secciones durante 20 años.
Falleció el jueves 11 de setiembre de 2003 en Montevideo, Uruguay.
Fuente: www.uruguaytotal.com

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