Nació en Buenos Aires el 21 de Agosto de 1891, y murió el 16 de Noviembre de 1959 en su ciudad natal.
El 3 de octubre de 1891, el párroco de San Nicolás, Eduardo O´Gorman bautizó con el nombre de Florencio de los Angeles a quien hoy conocemos como Florencio Molina Campos. Era hijo de Florencio Molina Salas y de Josefina del Corazón de Jesús Campos y Campos. Desde muy chico dibujó paisajes, escenas y personajes camperos que había observado y registrado durante esas vacaciones de su infancia.
En 1926, a los 35 años, a instancias de un amigo, inauguró su primera exposición en el Galpón Central de la Sociedad Rural. El Presidente Alvear visitó la muestra y adquirió dos de sus obras. Al año siguiente expuso en la vieja rambla de Mar del Plata. Desde 1931 a 1944 pintó los almanaques para la firma Alpargatas que conforman lo más difundido e importante de su obra.
Admirador del Molina Campos, Walt Disney lo contrató como asesor para varias de sus películas, pero el resultado de esta asociación no satisfizo a nuestro artista, porque veía desvirtuada la imagen del hombre de campo argentino. Son memorables sus ilustraciones para el Fausto de Estanislao del Campo, editadas por Kraft.
En los Estados Unidos, donde residió varios años se hicieron famosos los almanaques que pintó desde 1944 hasta 1958 para una empresa productora de máquinas agrícolas.
En 1969 se constituye la Fundación Molina Campos y en 1979 la señora María Elvira Aguirre de Molina Campos inaugura, en la ciudad de Moreno, un museo dedicado a su memoria.
Los dos siguientes párrafos han sido extractados de la página oficial de la fundación de Florencio Molina Campos.
Queremos hacernos eco y manifestar nuestro rechazo para con los avivados de siempre que copian (y copian mal para colmo) y venden sus chafalonerías sin aportar nada de arte y desvirtuando la genialidad de Don Florencio)
La indudable voracidad puesta de manifiesto por inescrupulosos y facilistas no hace otra cosa que reflejar la trascendencia e importancia que ha alcanzado la obra de Florencio Molina Campos, toda vez que si hay quienes hacen y comercializan estos productos (en cada ciudad más o menos importante del interior hay un "distribuidor" de este tipo de mercadería), es porque hay un mercado para ello.
Vaya para estos audaces ventajeros que hasta aquí han percibido pingües pero no por ello legítimas ganancias, nuestro "agradecimiento" por mantener vigente la obra de Molina Campos, y llenar medianamente un vacío cultural. Va de suyo, porqué no, una advertencia para que cesen en su accionar, ya que han cambiado los vientos que favorecían estas actividades, y la justicia está, como lógicamente corresponde, del lado de quienes ostentamos la verdad.
El 3 de octubre de 1891, el párroco de San Nicolás, Eduardo O´Gorman bautizó con el nombre de Florencio de los Angeles a quien hoy conocemos como Florencio Molina Campos. Era hijo de Florencio Molina Salas y de Josefina del Corazón de Jesús Campos y Campos. Desde muy chico dibujó paisajes, escenas y personajes camperos que había observado y registrado durante esas vacaciones de su infancia.
En 1926, a los 35 años, a instancias de un amigo, inauguró su primera exposición en el Galpón Central de la Sociedad Rural. El Presidente Alvear visitó la muestra y adquirió dos de sus obras. Al año siguiente expuso en la vieja rambla de Mar del Plata. Desde 1931 a 1944 pintó los almanaques para la firma Alpargatas que conforman lo más difundido e importante de su obra.
Admirador del Molina Campos, Walt Disney lo contrató como asesor para varias de sus películas, pero el resultado de esta asociación no satisfizo a nuestro artista, porque veía desvirtuada la imagen del hombre de campo argentino. Son memorables sus ilustraciones para el Fausto de Estanislao del Campo, editadas por Kraft.
En los Estados Unidos, donde residió varios años se hicieron famosos los almanaques que pintó desde 1944 hasta 1958 para una empresa productora de máquinas agrícolas.
En 1969 se constituye la Fundación Molina Campos y en 1979 la señora María Elvira Aguirre de Molina Campos inaugura, en la ciudad de Moreno, un museo dedicado a su memoria.
Los dos siguientes párrafos han sido extractados de la página oficial de la fundación de Florencio Molina Campos.
Queremos hacernos eco y manifestar nuestro rechazo para con los avivados de siempre que copian (y copian mal para colmo) y venden sus chafalonerías sin aportar nada de arte y desvirtuando la genialidad de Don Florencio)
La indudable voracidad puesta de manifiesto por inescrupulosos y facilistas no hace otra cosa que reflejar la trascendencia e importancia que ha alcanzado la obra de Florencio Molina Campos, toda vez que si hay quienes hacen y comercializan estos productos (en cada ciudad más o menos importante del interior hay un "distribuidor" de este tipo de mercadería), es porque hay un mercado para ello.
Vaya para estos audaces ventajeros que hasta aquí han percibido pingües pero no por ello legítimas ganancias, nuestro "agradecimiento" por mantener vigente la obra de Molina Campos, y llenar medianamente un vacío cultural. Va de suyo, porqué no, una advertencia para que cesen en su accionar, ya que han cambiado los vientos que favorecían estas actividades, y la justicia está, como lógicamente corresponde, del lado de quienes ostentamos la verdad.
Sé hospitalario.
Cuando el forastero harto de camino ponga en tu población la mirada como un cuerpo sobre los pellones del recado tendido en el campo, espéralo más allá del umbral de tu casa chata y fresca y ofrécele tu mano como un pregusto de abrigo.
Porque eres señor de tu casa, trátalo cual si fuera tu amo.
No preguntes quién es.
Tal vez en sus brazos pese un mal hecho, más difícil de llevar por la vida que las arrastradas nazarenas por la barrida tierra de tu patio en que van hincando su corona de espinas.
Tal vez un orgullo demasiado grande ensanche su frente bajo el chambergo cuya ala pretenciosa viene despreciando el aire que crea a su paso.
Siéntalo junto al fogón, corazón de fuego de tu morada tranquila, y dale un banco fuerte en que asentar su fatiga.
Arrima unas brasas a sus pies para que sequen el barro de sus botas y el calor suba hasta sus labios en confianzas de confidencia.
Déjalo hablar y asiente con tu cortesías sus palabras.
Y cuando el sueño nuble de vacío sus ojos, entonces dale tu lecho y vigila su reposo tendido sobre tus pellones.
Cuando se vaya llevará consigo el regalo de tu hermandad que mejora al hombre.
RICARDO GÜIRALDES
Cuando el forastero harto de camino ponga en tu población la mirada como un cuerpo sobre los pellones del recado tendido en el campo, espéralo más allá del umbral de tu casa chata y fresca y ofrécele tu mano como un pregusto de abrigo.
Porque eres señor de tu casa, trátalo cual si fuera tu amo.
No preguntes quién es.
Tal vez en sus brazos pese un mal hecho, más difícil de llevar por la vida que las arrastradas nazarenas por la barrida tierra de tu patio en que van hincando su corona de espinas.
Tal vez un orgullo demasiado grande ensanche su frente bajo el chambergo cuya ala pretenciosa viene despreciando el aire que crea a su paso.
Siéntalo junto al fogón, corazón de fuego de tu morada tranquila, y dale un banco fuerte en que asentar su fatiga.
Arrima unas brasas a sus pies para que sequen el barro de sus botas y el calor suba hasta sus labios en confianzas de confidencia.
Déjalo hablar y asiente con tu cortesías sus palabras.
Y cuando el sueño nuble de vacío sus ojos, entonces dale tu lecho y vigila su reposo tendido sobre tus pellones.
Cuando se vaya llevará consigo el regalo de tu hermandad que mejora al hombre.
RICARDO GÜIRALDES
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