15 octubre 2008

Veinte años después me sigue conmoviendo

El Nene Ávalos -ex integrante de Markama- relata su experiencia como músico que pisó ese maravilloso escenario aquel 14 de octubre del 88. 

Aquella parecía encaminarse a una actuación de las tantas que realizábamos en esos tiempos.

Abril, mayo del '88. El lugar era el salón de actos de Ciencias Económicas, cuyo decano, Mauricio Wachjman, solía contratarnos. Estábamos en nuestras labores casi rutinarias: Mingo armando su percusión; Walter y yo armando el escenario (micrófonos, cables, monitores, guitarras, bajo); Archi ayudando a nuestro entonces sonidista sanjuanino Mingo Sarmiento; el sueco Lars consiguiendo las mesas para los instrumentos. 

De pronto, displicentemente, como si nada importara, el sueco preguntó: "¿Nos interesa actuar con Sting?". La escena se congeló. Nos miramos. Lo miramos. No podríamos entender cómo podía preguntar algo así. Dejamos todo y le caímos encima. Ahí fue que nos contó que lo habían llamado de la filial Mendoza de Amnesty en donde estaban conocidos nuestros como Luis Triviño y Diego Lavado y le dijeron que se avecinaba una gira mundial llamada "Derechos Humanos Ya!", que una de las sedes era Mendoza y que ellos habían ofrecido a Markama como el intérprete mendocino más comprometido en la lucha por los Derechos Humanos. 

Luego supimos cuál era el elenco: Sting, Peter Gabriel, Bruce Springsteen, Youssour N'Dour y Tracy Chapman, además de los chilenos Inti Illimani y Los Prisioneros. También nos enteramos que el recital en Mendoza tenía como origen un festival que habían pensado los Inti con Gabriel en contra del gobierno dictatorial de Pinochet y que al conocer que esta gira terminaba en Argentina, agregaron nuestra ciudad. Justamente pocos días antes del festival se produjo en Chile el plebiscito en contra del tirano en donde triunfó el rechazo a su continuidad. Eso motivó la gran afluencia de transandinos en el estadio aquel día. 

Tanto por boca de Néstor Raschia (productor de nuestro disco "Quitapesares", un gran tipo que falleció hace un par de años en España), como de nuestro amigo, el periodista Víctor Pintos, supimos que hubo en Buenos Aires muchas presiones para que Markama no fuera incluido.

Parece que los grandes productores del rock nacional creyeron que era un festival que les pertenecía y consideraban a Markama como advenedizos en su terreno. Sabíamos que la principal figura, Mercedes Sosa, no iba a estar por compromisos en Estados Unidos. Y que algunos rockeros fueron desechados por no dar el perfil de defensores de los derechos humanos. Finalmente prevaleció el pedido de Amnesty Mendoza y fuimos confirmados. En Buenos Aires iban a estar León Gieco y Charly García.

El día de la actuación arrancó con mucha ansiedad. Llegamos al estadio temprano, tipo 11.30, sabiendo que todo empezaba alrededor de las 15.30. Teníamos nuestras acreditaciones, que incluía la Daniel Nazer , nuestro representante de entonces, y la del flaco Camacho (Alberto Cagliero, en realidad) legendario sonidista cordobés que nos conminó a estar presente. Fue nuestro lujoso operador de monitoreo. 

En el espectacular escenario estaba todo organizado, coordinado. Empezamos armar nuestras cosas en medio del trabajo de los extranjeros. Nos llamaba la atención las computadoras con las cuales calibraban los teclados armados en verdaderos búnkers. También un señor muy gordo que tenía la guitarra de Springsteen, a la cual le estaba poniendo cuerdas nuevas y no entendíamos cómo cortaba y tiraba las que no afinaban exactamente. ¡Nuevas!

Y un adolescente con curioso look que se encargaba de la afinación de las distintas baterías ya armadas. En un momento pasó frente a la bata del Mingo, golpeó uno de los parches con su baqueta y claramente no le gustó cómo sonaba. Sin preguntar, el morocho se sentó en el banquito del Mingo y comenzó a finar redoblante, toms, bombo. Tocó (y cómo!) unos fills, retocó la afinación hasta que se dio por satisfecho, y siguió su camino. Casi con vergüenza Mingo se sentó en su bata, la tocó, y confesó que nunca había sonado tan bien como en ese momento. Se acercó al muchacho, se dio a conocer como el dueño del instrumento que acababa de afinar, le regaló un casete de Markama y grandes amigos.

Detrás del escenario, los camarines estaban distribuidos en dos niveles, claramente diferenciados. Los de la gira en un plano y los locales (incluyo a los chilenos) en otro. Había un sector con un impresionante catering servido, lugar adonde no se nos permitió acceder. Un conocido manager de un intérprete del rock nacional de momento, al parecer a cargo de la organización, impidió la entrada tanto a los músicos chilenos como a nosotros. 

Cuando quisimos arrancar con una protesta ante la discriminación, uno de los Inti nos dijo que esperáramos. Cuando llegó la troupe desde Buenos Aires, los Inti encararon a su amigo Peter Gabriel, lo pusieron al tanto del episodio, y el propio músico inglés levantó en peso al papanatas, (y a Daniel Grinbank) quienes entonces se deshicieron en disculpas por su torpeza.

El espectáculo lo abrían Los Prisioneros; cuando terminaban, uno de ellos presentaba a Markama; al finalizar nosotros, presentábamos al Inti (honor que me correspondió) y se hacía un paréntesis, porque durante esa primera parte llegaba la delegación de Amnesty desde Buenos Aires. En el intervalo fuimos convocados a uno de los camarines para ensayar. 

Estábamos TODOS. Ensayamos "Get up, Stand Up", el tema de Bob Marley que se cantó en toda la gira, y "El aparecido", de Víctor Jara, en honor al pueblo chileno. En los camarines vimos a un grupo de madres de desaparecidos chilenos, que subieron después al escenario con Sting. Les ofrecimos té y masas, que agradecieron con infinita ternura. 

Bruce Springsteen cerró el festival (con el último acorde tiró hacia atrás su púa, que cayó a mis pies y conservo) y allí subimos todos para cantar en conjunto lo ensayado. Yo canté junto al robusto saxofonista de Springsteen. Fue el final mágico de una experiencia única. Se conjugó en un solo momento la reunión de músicos de distinta procedencia pero con una intangible afinidad, un fin tan noble como la difusión de la defensa de los derechos humanos, un público local que disfrutó de espectáculo y una bulliciosa presencia chilena que festejó el comienzo del fin de su dictadura. 

Día inolvidable. 20 años después me sigue conmoviendo.


2 comentarios:

camorra dijo...

Nene. Más allá de los monstruos que mencionás, es bueno que sepas que lo que más me movió a ir desde el sur de la provincia, fue compartir desde abajo, desde el llano la alegría de los Markama. Primero la difusión de la defensa de los DDHH luego, vuestra alegría.
Un emocionado saludo por ello.
Salú

Juan Alberto dijo...

Gracias, che. Sé que estoy en deuda con ustedes, porque a esta altura pareciera que a este dúo le hace falta un guitarrón. Espero tener tiempo para compartir este espacio. Ah!. El texto lo escribí a instancias de Walter Gazzo, periodista mendocino que, junto a otra gente, anda juntando cosas para que aquel concierto sea conocido en una dimensión mayor. Me imagino que pronto habrá novedades. Un abrazo. Nene