06 noviembre 2011

EL HOMBRE QUE PLANTABA LEONES

Hace un tiempo largo ya, andando sin trabajo, acudí a ver a un señor, duelo de una radio para pedirle que me dejase trabajar con él. El señor, que era dueño de una franqueza sin par me espetó: "a vos no te quiero ni gratis" lo cual era casi esperable, por que mis ideas de propalar determinados cantores, poetas o intérpretes, coincidía poco y nada con sus propias ideas, y, como él tenía una FM para difundir sus pareceres y no los míos, no lo tomé demasiado mal. Por el contrario, eso incrementó mi respeto por este señor que en pos de una radiofonía digna, en por de defender sus ideales y propagar sus principios empeñó mucho de su vida y muchos de sus bienes. Entonces me fui a casa, y le escribí una carta que empezaba asi:
Arnoldo, como una muestra de mi inefable respeto por tu accionar te regalo este escrito: 

EL HOMBRE QUE PLANTABA LEONES
Erase una vez un campesino que un día, en vez de frijoles, decidió sembrar leones en su campo.
-Pero, ¿qué sentido tiene cultivar leones? -decían sus vecinos.
-En el momento de la cosecha os daréis cuenta. -respondía nuestro campesino.
Llegó la primavera. Pero en su campo no crecieron leones sino co­nejos. Los vecinos no paraban de reír.
-No tiene frijoles , pero en compensación tiene conejos que le devo­ran todo lo que crece en su campo.
El hombre no se desanimó. El próximo año volvió a sembrar leones, y de nuevo co¬sechó conejos. La gente reía.
Con el pasar de los años el asunto dejó de ser divertido. Parecía normal que en aquella aldea en que todos plantaban cosas útiles y comestibles, hubiese un excéntrico que sembraba leones y cose­chaba conejos.
Cuando el campesino murió, su hijo heredó el campo y sembró leo­nes. Los vecinos empezaron a reír otra vez. Qué se puede creer!... Y sus carcajadas se volvieron burlo¬nas cuando la cosecha fue de conejos. 
Entonces el hijo comprendió que debía cesar. Plantó frijoles.
Los vecinos lo miraron con desprecio. Sacudiendo la cabeza sen­tenciaron:
-Su padre sí que era un hombre... sembraba leones. (*)

(*) Extractado de un reportaje y una nota a EUGENIO BARBA, Di­rector del Odin Teatret de Dinamarca. Traducción de Luis Masgrau, aparecido en LA MAGA del miércoles 22 de Noviembre de 1995. 
Tiempo después supe que Arnoldo Avena tenía esa carta en la sala de locución de su radio, la misma desde la cual hacía el programa "Arnoldo, la música, la calle". vaya desde acá este recuerdo sentido para este tipo que no me mintió. Lo cual le recuerdo una frase de Antonio Porchia: "Han dejado de mentirte, no de quererte; y a ti te parece que han dejado de quererte."
P.D. Creo que este texto ya fue publicado antes, pero nunca habia contado esa historia.

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